La responsabilidad del movimiento árabe palestino en la Solución Final Nazi
Parece obvio a casi todo mundo que no hay vínculo alguno entre el movimiento árabe palestino y la Solución Final Nazi: el genocidio de los judíos europeos en la Segunda Guerra Mundial.
Esta creencia es clave para el prestigio del movimiento árabe palestino.
Es una creencia falsa.
He aquí un argumento común en el movimiento ‘pro palestino’:
Argumento ‘pro palestino’: Los árabes palestinos no deberían pagar por la Solución Final Nazi Alemana, el genocidio de los judíos europeos conocido como el crimen de la Shoá (u Holocausto), porque el movimiento nacional árabe palestino no fue responsable de ese crimen. Por lo tanto, los judíos israelíes deberían dar a los árabes palestinos los territorios disputados, que les pertenecen por derecho, para un Estado palestino.
En 1993, este argumento se convirtió en realidad diplomática con el nacimiento oficial del Proceso de Paz de Oslo, organizado por los jefes gringos.
El proceso de Oslo introdujo a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP)—reconocida internacionalmente como el representante legítimo de los árabes palestinos—dentro del Estado judío para gobernar a los árabes musulmanes en los territorios disputados de Judea y Samaria (‘Cisjordania’) y Gaza, con el fin, más tarde, de separar estos territorios directamente del Estado judío para convertirlos en un Estado de la OLP.
Apoyé todo eso en 1993 porque, en aquel entonces, las dos premisas fundamentales del argumento anterior me parecían obviamente verdaderas (ya que todos en derredor mío las afirmaban):
el movimiento árabe palestino no tuvo responsabilidad alguna por la Shoa; y
los judíos sionistas se apoderaron injustamente de tierras árabes palestinas.
Además, los grandes medios y un desfile interminable de académicos me aseguraron que la OLP, una organización terrorista dedicada a la destrucción violenta de Israel, se había transformado y ahora creía en negociar la paz a cambio de territorio. Lo creí. Pensé que vivíamos un momento Hollywood. Y cuando dijeron que esto resolvería las disputas de Oriente Medio y traería la paz a todos, lo creí también.
Sueno como un idiota. Pero en mi defensa, en 1993 todavía temblaba el suelo por la Gran Caída de la Unión Soviética. Era El Fin de la Historia, según Francis Fukuyama. Todo sería democracias de libre mercado para siempre y todos los humanos vivirían en paz. Qué diantre, tenía solo 23 años. Y lo acontecido en mi televisor era estremecedor: en el césped de la Casa Blanca, el presidente de la OLP, Yasser Arafat, alargaba la mano bajo la sonrisa de puchero del presidente estadounidense Bill Clinton para estrechar la del primer ministro israelí Yitzhak Rabin. Pensé: trato hecho.
Creo que lloré.
Diez años más tarde (por razones que explicaré en un artículo próximo) comencé a investigar la historia del conflicto árabe-israelí y me encontré con hechos que destrozaron por completo mi confianza en las dos premisas clave antes mencionadas, obligándome a reevaluar cómo debía describirse la realidad histórica básica.
Mi reevaluación de la segunda premisa no la discutiré aquí (pero puedes consultar mis puntos de vista al respecto en este enlace).
En el presente artículo me centraré en el hecho explosivo que me hizo cambiar completamente de opinión respecto de la primera premisa fundamental, ésa que tan confiadamente había imaginado tenía que ser cierta: que durante la Segunda Guerra Mundial el movimiento árabe palestino no había desempeñado papel alguno en la Shoá. Claro, pues, ¿por qué demonios tendría cosa alguna que ver el movimiento árabe palestino con la matanza nazi de los judíos europeos?
¿Cierto?
Imagina mi sorpresa... Ahora me enteré, por el contrario, de que el mismísimo fundador del movimiento árabe palestino, Hajj Amin al Husseini, Gran Muftí de Jerusalén, había desempeñado el papel principal en la Solución Final nazi alemana.
¿¡Qué!? Tal cual—como leíste—.
A continuación presento la historia abreviada (al final de este artículo tengo libros y artículos con la documentación pertinente).
La historia, en resumen...
A principios del siglo 20, el joven Amín al Husseini era un príncipe procedente de la familia más importante de Jerusalén, muy relacionada con el gobierno del Imperio Otomano, entonces señor de Oriente Medio. Su abuelo, Mustafa, su padre, el jeque Tahr al Husseini, y su hermano Kamal habían ocupado el cargo de muftí de Jerusalén, y su primo Musa Kasim Pasha era alcalde de la misma ciudad.
A los 19 años, el joven Amín fue enviado a El Cairo para estudiar filosofía islámica, pero no terminó y se fue a La Meca y a Medina, lo que le valió el título de peregrino o hajj. Después de esto, Hajj Amin se convirtió en oficial del ejército otomano, que luchó del lado de los imperios alemán y austrohúngaro en una guerra de conquista europea que recordamos como la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Cuando esa formidable alianza germano-musulmana fue derrotada, los otomanos perdieron sus posesiones en Oriente Medio, que ahora quedaron bajo control británico y francés.
En la Liga de las Naciones (precursora de la ONU), el Imperio Británico negoció con éxito para recibir el control, como un ‘mandato’ administrativo, de un anterior territorio otomano donde los judíos—desafiando los genocidios que habían sufrido a manos de romanos y de musulmanes yihadistas—habían continuado viviendo, y que incluía la patria ancestral del pueblo judío y su ciudad santa de Jerusalén.
Los británicos optaron por nombrar a este territorio ‘Palestina’ (apelativo que ni los otomanos ni los habitantes locales usaban). Para obtener el Mandato de Palestina, el Imperio Británico prometió formalmente a la Liga de las Naciones que ayudaría a crear, en este territorio, un Hogar Nacional Judío donde el pueblo judío pudiera estar a salvo de las persecuciones europeas.
Husseini no estaba contento con eso y expresó su emoción lanzando el movimiento árabe palestino con ataques terroristas masivos contra civiles judíos—judíos que ya habían estado viviendo allí desde la época otomana y mucho antes—. Fue la masacre de Al Nebi Musa. Husseini programó cuidadosamente dicho ataque para hacerlo coincidir con la Conferencia de San Remo de 1920 de la Liga de las Naciones, pues ahí se decidiría la cuestión del Mandato Británico y Husseini quería dejar claro que ningún judío sería recibido pacíficamente, esperando así impedir la creación de dicho mandato.
Como quiera fue creado. Pero no porque los jefes británicos tuvieran un real desacuerdo con Husseini. Ellos protegieron a Husseini de la justicia y poco después, en 1921, lo nombraron Gran Muftí de Jerusalén, encumbrando dicho cargo de poderes muy ampliados con los cuales el anterior muftí (sin ‘Gran’) de Jerusalén no había contado bajo los otomanos. En los años siguientes, aprovechando su posición como Gran Muftí de Jerusalén, y con la ayuda de los británicos, Husseini organizaría otros ataques terroristas masivos—pogromos—contra judíos civiles en el Mandato Británico de Palestina: en 1921, 1929 y 1936-39.
Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Husseini viajó a Bagdad, luego a Roma y finalmente a Berlín. En todas partes fue recibido con honores casi como si fuera jefe de Estado. Todos los dignatarios nazis estaban para recibirlo en Berlín, incluido el propio Adolfo Hitler, quien se sentó con Husseini de inmediato para sellar importantes acuerdos con él, entre los cuales, su compromiso conjunto de trabajar aliados para exterminar a los judíos que vivían en el Mandato Británico de Palestina.
Los nazis estaban muy entusiasmados con Husseini. Construían alianzas con jefes árabes musulmanes en todas partes, y ya habían enviado armas a Husseini para su cuarto y mayor ataque terrorista contra los judíos del Mandato Británico de Palestina (la llamada ‘Revuelta Árabe’ de 1936-39). El ahora muy famoso Husseini, pensaban los nazis, podría convertirse, después de la guerra, y con su ayuda, en el próximo califa islámico.
Además, los nazis admiraban el historial de Husseini como asesino en masa de judíos en el Mandato Británico de Palestina e Irak (donde Husseini había organizado el horrendo Farhud, un pogromo que destruyó la enorme y muy antigua comunidad judía de Bagdad). De inmediato, los nazis decidieron poner a Husseini a trabajar.
Hitler convirtió a Husseini en un alto funcionario nazi con su propio presupuesto y burocracia: Buro des Grossmufti. En consecuencia, Husseini fue importante:
en la propaganda nazi dirigida a los musulmanes;
como reclutador y entrenador de divisiones enteras, formadas por musulmanes bosnios y albaneses, para la SS de Heinrich Himmler; y
como coadministrador, de la mano de Adolfo Eichmann, del sistema industrializado de campos de exterminio que asesinó a los judíos europeos.
(No ajustes la pantalla ni te frotes los ojos. Has leído bien: el padre fundador del movimiento árabe palestino codirigió, para los nazis alemanes, el exterminio de los judíos europeos. Sí, sí: estoy hablando de la Shoá u Holocausto)
Después de la guerra, los británicos y los franceses permitieron que Husseini escapara a El Cairo, donde el rey Faruk y luego Gamal Abdel Nasser lo protegieron. Muchos fugitivos nazis alemanes también llegaron allí y también obtuvieron protección.
En 1947, las Naciones Unidas votaron a favor de partir lo que quedaba del Mandato Británico de Palestina y crear ahí un Estado judío ridículamente minúsculo y además un segundo Estado árabe palestino (el primero fue Jordania). Pero el Alto Comité Árabe de Husseini que ‘representaba’ a los árabes palestinos, en unidad solidaria con el resto de los jefes árabes, rechazó el Plan de Partición. Husseini rechazó, en otras palabras, el Estado palestino que le ofrecía las Naciones Unidas.
Husseini y otros jefes árabes explicaron públicamente que para nada estaban interesados en un Estado árabe palestino. Lo que querían era destruir cualquier posibilidad de un Estado judío, porque un Estado judío de cualquier tamaño era completamente intolerable para ellos. Azzam Pasha, sin vergüenza por la recién concluida Solución Final nazi alemana, y hablando en nombre de todos los jefes de la Liga Árabe, anunció públicamente que los árabes se lanzarían juntos contra el nuevo Estado de Israel. Sería, dijo,
“una guerra de exterminio y masacre trascendental de la que se hablará como de la masacre tártara [mongola] o de las guerras cruzadas.”1
O, se le olvidó decir, como de la Solución Final nazi alemana de su mentor, Hajj Amín al Husseini.
Husseini codirigió el esfuerzo árabe de exterminar a esos judíos que habían huido a Oriente Medio para crear el Estado de Israel como refugio de genocidio. Varios Estados árabes, además de los árabes palestinos liderados por el Alto Comité Árabe de Husseini, atacaron al incipiente Estado de Israel.
Los árabes no tomaron prisioneros: los soldados israelíes capturados fueron torturados lentamente hasta la muerte (al igual que los civiles judíos, recientemente, en los ataques del 7 de octubre de 2023), por lo cual se adoptó como práctica general que los soldados israelíes se suicidaran con una granada si su captura era inminente.2 Este intento genocida de los árabes musulmanes se llama ahora la Guerra de 1948 o la Guerra de Independencia de Israel, en lugar de ‘Holocausto 2.0,’ porque los judíos israelíes (sorprendentemente) ganaron.
Husseini y sus compinches bautizaron cínicamente la victoria israelí como la ‘Nakba’ (‘Catástrofe’), porque para estos tipos es una catástrofe cuando no logran exterminar a millones de judíos. Los medios de comunicación y la academia han cooperado con la narrativa de la ‘Nakba,’ como si los judíos israelíes hubieran trabajado para impedir la formación de un Estado palestino, cuando lo que realmente sucedió es que los israelíes libraron una guerra defensiva contra Husseini y otros líderes árabes quienes, en lugar de aceptar el segundo Estado palestino que ofrecía la ONU, prefirieron intentar exterminar a los judíos israelíes.
Después de la supuesta ‘Nakba,’ en los años 1950 Husseini creó el grupo terrorista Al Fatah, eligiendo a Yasser Arafat y a Mahmoud Abbas para liderarlo y llevarlo hasta la misión final: matar a todos los judíos en Israel. Husseini utilizó a nazis alemanes fugitivos en El Cairo para dar al grupo central de fundadores de Fatah entrenamiento nazi alemán.
En 1964, el dictador egipcio Gamal Abdel Nasser creó la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) como una confederación de grupos terroristas palestinos, pero muy pronto el grupo Al Fatah de Husseini tuvo oportunidad de tragarse a la OLP, como explica el historiador Howard Sachar:
“... en febrero de 1967, el líder de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina), Ahmed Shukeiry, resultó herido en un intento de asesinato. Como resultado, la organización estuvo al menos parcialmente inmovilizada por intrigas de facción.
No fue así para un grupo palestino rival, aún más radical, en Siria, Fatah (Movimiento de Liberación Árabe), organizado varios años antes por veteranos del antiguo Alto Comité Árabe del Muftí [Hajj Amin al Husseini].
... Desde el principio... la reputación del Fatah dependía en gran medida del éxito de su enfoque tradicionalista musulmán de la yihad contra Israel, y de métodos de infiltración convencionales.”3
Al año siguiente del intento de asesinato contra del jefe de la OLP Ahmed Shukeiry, el grupo Al Fatah de Husseini tomó el control de la OLP con su bendición explícita, como resumen los historiadores Barry Rubin y Wolfgang Schwanitz, con base en informaciones obtenidas hurgando en los archivos de inteligencia libanesa:
“El 29 de diciembre de 1968, en una reunión en la casa del ex gran muftí cerca de Beirut [Líbano], al-Husaini ungió a Arafat como su sucesor. El movimiento sería dirigido por estos dos líderes secuenciales y su filosofía y métodos similares durante unos asombrosos ochenta y tres años, desde que al-Husaini se convirtió en Gran Muftí en 1921 hasta la muerte de Arafat en 2004. En diciembre de 1968, Arafat, de treinta y nueve años, líder del grupo guerrillero Fatah, estaba a punto de hacerse cargo de una OLP hasta entonces dominada por el colaborador nazi Abd an-Nasir. Pero el éxito de Arafat estaría aún más asegurado si recibiera el respaldo de al-Husaini, de 71 años. Al-Husaini lo hizo después de sermonear a Arafat durante varias horas sobre cómo debía destruir a Israel y reemplazarla con un Estado árabe palestino. A las pocas semanas, Arafat controló el movimiento tan a fondo como lo había hecho al-Husaini.”4
La OLP se convirtió esencialmente en Al Fatah, como explica el historiador Howard Sachar:
“Para [1970]... la fragmentación de las filas guerrilleras dictó en gran medida la naturaleza alterada de su ofensiva contra Israel. Nominalmente, la mayoría de ellos pertenecían a una federación coordinadora, la Organización para la Liberación de Palestina [OLP]. Sin embargo, este grupo, dominado antes de la guerra por los egipcios, había quedado seriamente paralizado ... y su líder, Ahmed Shukeiry, se había visto obligado a retirarse. Desde entonces, la OLP ha experimentado menos un renacimiento que una reencarnación total de su membresía y propósito bajo el liderazgo de Yasser Arafat. Compuesta ostensiblemente por representantes de todas las organizaciones guerrilleras, la OLP en su forma resucitada estaba casi totalmente dominada por Fatah, y el propio Arafat se desempeñó como presidente de su ejecutivo. Como tal, [Arafat] fue invitado a asistir a las reuniones de la Liga Árabe y obtuvo amplios subsidios de los gobiernos ricos en petróleo de Arabia Saudita, Kuwait y los emiratos del Golfo Pérsico.5
A pesar de que ahora tomaba todas las decisiones, Al Fatah mantuvo el nombre: OLP. Por eso yo siempre lo llamo OLP/Fatah, pues la OLP (lo que ahora llamamos la ‘Autoridad Palestina’) es realmente Al Fatah.
Cuando se comprenden estos antecedentes, la historia adquiere una descripción escalofriante: los jefes gringos introdujeron en el Estado judío—el Estado creado expresamente para proteger a los judíos de los genocidios nazis—al grupo terrorista creado por Hajj Amin al Husseini, principal co arquitecto del genocidio nazi alemán. ¡Y los jefes gringos osaron llamaron a esto el Proceso de ‘Paz’ de Oslo!
¿Por que un silencio total sobre Husseini?
Ahora bien, los documentos que establecen lo anterior estaban todos en la biblioteca de la Universidad de Pensilvania, donde los encontré en 2003. Y solo había invertido dos semanas de trabajo. Así que la pregunta obvia era: ¿Por qué nadie me había dicho nada antes sobre Husseini?
Mi ignorancia era dramática. Recién me habían entregado mi doctorado en antropología especializado en conflicto étnico y trabajaba en un centro de investigación (think tank) sobre conflicto étnico (en la Universidad de Pensilvania) centrado, por demás, en el Proceso de Paz de Oslo.
Y la Shoá es el genocidio más famoso de todos. Incluso antes de obtener mi doctorado, había leído mucho sobre la Shoa.
Además, el propio Husseini había sido mundialmente famoso todavía al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando varios parlamentarios del House of Commons británico habían exigido airadamente saber por qué no estaban juzgando ya a Husseini en el Tribunal de Crímenes de Guerra de Nuremberg por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.6
No obstante todo aquello, antes de emprender la misión personal de comprender la historia del conflicto árabe-israelí, nunca me había encontrado con Husseini.
¿Por qué no?
Algunas investigaciones adicionales respondieron a esa pregunta. Alrededor de 1968, que es cuando Al Fatah se estaba tragando a la OLP, toda mención de Husseini cesó abrupta y completamente, tanto en los medios de comunicación como en el mundo académico. Debido a este apagón, cuando los jefes gringos organizaron la firma de los Acuerdos de Oslo en 1993-94, nadie se acordaba ya de Husseini.
Los ciudadanos occidentales e israelíes no entendieron, por lo tanto, que los jefes gringos estaban trayendo al Estado judío a un grupo creado para terminar el trabajo de Hitler.
¿Cuáles son las implicaciones de todo esto?
Una implicación de esto es que, si nuestro sistema de creación de significados, el Cuarto Poder Extendido, o las instituciones de los medios de comunicación más la academia, dejan de mencionar algo; si lo sacan por completo del contexto histórico que proporcionan al explicar los acontecimientos actuales, entonces basta un puñado de años para borrarlo por completo de la conciencia del público en general. Ése es un fenómeno socio-psicológico crucial para la comprensión de la administración de la realidad, y lo discutimos aquí:
Una segunda implicación es que es vital establecer si tiene algún sentido aceptar que OLP/Fatah abandonara su objetivo de destruir el Estado judío en genocidio.
Para orientarse sobre esta cuestión podemos considerar el nacimiento del Irán yihadista, creado en 1979 con la Revolución Islámica del Ayatolá Ruhollah Jomeini. Dicho Estado yihadista iraní, recordemos, promete exterminar a los judíos israelíes y orgullosamente camina el aforísmico trecho que separa al dicho del hecho, como demostró el 7 de octubre de 2023 y posteriormente (y anteriormente).
Pues ¿adivina qué? Apenas unos años antes de las primeras agitaciones diplomáticas que terminarían en el Proceso de Oslo, OLP/Fatah había puesto manos a la obra para crear el Estado yihadista de Irán. Ellos pusieron al Ayatolá Jomeini en el poder en Irán y crearon las importantes instituciones iraníes utilizadas para oprimir a los iraníes comunes y para exportar el terror yihadista a todo el mundo.
Documentamos eso aquí:
Una tercera implicación es que debemos decidir urgentemente entre las dos hipótesis obvias que pueden explicar lo sucedido aquí:
Hipótesis de ignorancia/incompetencia. Los jefes gringos no entendían lo que estaban haciendo, porque, a principios de la década de 1990, ellos tampoco conocían ya la historia de la OLP/Fatah (y de la creación de Irán).
Hipótesis maquiavélica. Los jefes gringos sabían exactamente lo que estaban haciendo, y deliberadamente introdujeron en el Estado judío a quienes se empeñan en asesinar a todos los judíos israelíes, dándoles por demás un territorio estratégico israelí.
Al documentar, en el año 2003, todo lo resumido aquí sobre la historia del movimiento árabe palestino, caí de súbito en cuenta de la importancia de contar con un método adecuado para decidir rigurosamente entre las dos hipótesis anteriores. Y realicé una prueba.
Mi prueba me permitió concluir con mucha confianza que la hipótesis maquiavélica explica definitivamente lo sucedido. En mi próximo artículo explicaré el método empleado para llegar a esta conclusión. Si deseas ser notificado sobre dicho artículo, entonces:
¿Dónde puede examinarse la documentación histórica sobre Husseini?
A continuación presento recursos que puedes emplear para decidir si he representado fielmente la historia del movimiento árabe palestino.
Tenemos un corto documental para ti, tanto en inglés como en español, que incluye el rodaje de Hajj Amin al Husseini reuniéndose con Hitler a finales de 1941.
NOTA: A YouTube le gusta fingir que algo en este video es ‘inapropiado’ para algunas audiencias, por lo que tendrás que iniciar sesión.
Puedes también leer mi libro—con todas sus citas—sobre Hajj Amin al Husseini:
También tienes:
Mi debate público con José Hamra Sasson sobre la historia de OLP/Fatah. Hamra Sasson es una personalidad importante en los grandes medios de comunicación latinoamericanos, y es considerado un experto en Oriente Medio, cuya problemática ‘explica’ regularmente a las audiencias latinoamericanas. Dado que Hamra Sasson ha afirmado que mi historia del movimiento árabe palestino es escandalosamente defectuosa, este intercambio promete ser especialmente útil para quienes se preguntan qué tan bien se comparan mis afirmaciones con las de mis opositores, pues Hamra Sasson es un botón típico de muestra (aunque especialmente influyente).
Si lees inglés, tengo también un artículo sobre la forma en que varios académicos, y Wikipedia, han querido disculpar o minimizar el papel de Husseini en la Solución Final nazi alemana, y mi refutación de dichos intentos.
Existen también libros sobre Husseini de otros autores (todos publicados después de 2003, cuando rescaté el tema de Husseini del olvido total con un artículo sobre él en Israel National News). Aquí siguen tres (cada imagen es un enlace):
Finalmente, aquí sigue un artículo, titulado ‘El Gran Muftí en la Segunda Guerra Mundial,’ publicado en The Nation, en 1947, cuando Hajj Amin al Husseini todavía era mundialmente famoso (da clic sobre las imágenes, o abre una nueva ventana o pestaña del navegador si necesitas ampliarlas):
Barnnett, D. & Karsh E. 2011. Azzam’s Genocidal Threat. Middle East Quarterly. Fall. (pp.85-88).
https://www.meforum.org/3082/azzam-genocide-threat
El historiador Uri Milstein, que ha producido la historia definitiva de la guerra de 1948, relata muchas batallas con gran detalle en su obra ‘The Rabin File.’ A partir de estas descripciones queda claro lo rutinario que era el suicidio de los soldados judíos heridos en el campo de batalla, pues temían las atrocidades ya famosos que habrían de padecer a manos de los árabes enemigos.
FUENTE: Milstein U. 1999. The Rabin file: An unauthorized exposé. New York: Gefen
Sachar, H. 1982. A history of Israel: From the rise of Zionism to our time. New York: Knopf. (pp.619, 698)
Rubin, B., & Schwanitz, W. G. (2014). Nazis, Islamists, and the Making of the Modern Middle East. New Haven & London: Yale University Press. (p.238)
Sachar, H. 1982 [1976]. A history of Israel: From the rise of Zionism to our time. New York: Knopf. (p.698)
El 25 de febrero de 1946, en la Cámara de los Comunes,
“El Sr. Hoy preguntó al Secretario de Estado de Asuntos Exteriores si le había llamado la atención el material producido recientemente en los juicios de los criminales de guerra en Nuremberg sobre el papel desempeñado por Haj Amin el Husseini, ex muftí de Jerusalén, en la instigación y el estímulo del plan nazi de exterminio de los judíos europeos; y qué medidas había tomado o se proponía tomar para que se le juzgara como criminal de guerra.”
En abril,
“Sir George Thomas... pregunta al Secretario de Estado de Relaciones Exteriores por qué el Gobierno de Su Majestad informa al Gobierno francés de que Haj Amin el Husseini no pertenece a la categoría de criminales de guerra, sino que es considerado un colaborador; y si, en vista de las actividades del ex muftí en nombre de los nazis y fascistas durante la guerra en Alemania, Italia y otros lugares, y el papel que desempeñó como instigador y colaborador en los planes para el exterminio de los judíos europeos por Hitler, ahora tomaría las medidas apropiadas para obtener su extradición para que pudiera ser juzgado como criminal de guerra?”
FUENTE: Pearlman, M. (1947). Mufti of Jerusalem: The story of Haj Amin el Husseini. London: V Gollancz. (pp.80-82)
A continuación se muestran imágenes del libro de Pearlman con los extractos anteriores: