Memento: Una parábola de la administración de la realidad
El Cuarto Poder está roto, y nos ha provocado una amnesia anterógrada política
Quien controla el pasado controla el futuro. Quien controla el presente, controla el pasado.
—George Orwell
Tu consciencia es tu ejercicio mental de alguna variante de la frase: ‘Aquí soy y estoy’ (o, en el idioma bíblico, ‘Yo Soy el que Soy’). Es la habilidad que tienes de señalarte a ti mismo; de reconocerte como actor en tu entorno, con emociones, intenciones, y reacciones que puedes tú mismo observar y analizar; es tu capacidad de ver que tienes opciones y la libertad para escoger entre ellas.
Ésta es una cosa asombrosa de los humanos y quizá (de forma más limitada) de algunos otros animales también. Su origen es un famoso problema evolutivo y su emergencia en la cabeza humana un misterio filosófico y neurocientífico. Pero ahí está.
Empero, no debe uno exagerar.
Los humanos rara vez son cabalmente conscientes—mucho de nuestro comportamiento es automático, indeliberado. No nos damos cuenta porque común y erróneamente etiquetamos como ‘consciencia’ el monólogo de nuestro atareado abogado interno, siempre listo a proveer racionalizaciones post facto de aquellas respuestas automáticas que nos brotan por reflejo. Pero el abogado interno no es la consciencia.
La verdadera consciencia es difícil; tan difícil, de hecho, que disciplinas enteras aparecieron hace mucho tiempo, y continúan proponiéndose, para ayudarnos a sostenerla por periodos interesantes de tiempo contra numerosas distracciones (últimamente, la ‘conciencia plena,’ o mindfulness en inglés, se ha vuelto tendencia).
Es imposible que la consciencia sea perfecta, aun cuando es perseguida con sinceridad y talento. No puede uno observarse desapasionadamente, no del todo, y las observaciones de otros sobre uno pueden estorbar tanto como asistir el autoconocimiento. Entonces somos susceptibles de inventar todo género de ficciones sobre uno mismo, perjudiciales o benéficas. El esfuerzo de identificar y descartar dichas ficciones, para poder verte a ti mismo como realmente eres, sin embargo, es justo el trabajo que debes hacer para avanzar con tu consciencia individual.
La consciencia histórica y política
Tu consciencia histórica es la habilidad que tienes para decir, ‘Aquí estoy en el flujo del tiempo,’ consecuencia de lo que vino antes. Entre mejor sea tu consciencia histórica, más aguda tu comprensión sobre el origen de tus ideas, creencias, tradiciones, hábitos, y valores, con lo cual puedes hasta cierto punto liberarte de ellos.
Pero si no tienes una memoria funcional de tu pasado, no tienes consciencia histórica.
La consciencia histórica se vuelve política cuando posees un modelo causal del comportamiento de las instituciones en tu derredor; de cómo sus comportamientos, en el tiempo, han convertido a tu sistema (por ejemplo, el sistema de instituciones estatales en tu país) a la condición en que de momento está; y cómo dicho sistema actúa sobre ti y tus compatriotas, y cómo responde a tus demandas y propuestas.
Nuevamente: si no tienes una memoria funcional de los comportamientos pasados de tus instituciones, entonces no tienes consciencia política.
En el Occidente moderno, la consciencia histórica y política de los ciudadanos democráticos se construye mediante las actividades del Cuarto Poder Ampliado.
El Cuarto Poder Ampliado
El Cuarto Poder se entiende normalmente como la prensa libre. Pero una ciencia académica libre debe también ser incluida en un Cuarto Poder Ampliado. Pues la prensa y los académicos juntos definen la realidad políticamente relevante para millones de personas.
Un Cuarto Poder sano—es decir, libre y competitivo—es la piedra angular y funcional que establece a una comunidad democrática. Pues cuando las demás instituciones democráticas fracasan, los periodistas y los académicos pueden por lo menos convertir dicho fracaso en un escándalo; cuando no lo hacen (o no pueden) la democracia estaría quizá agonizando.
El caso más serio es cuando un sistema mediático y académico anteriormente libre ha sido ‘capturado’ (clandestinamente controlado) por élites de poder que se benefician de crear una consciencia histórico-política falsa en los ciudadanos, para manipularlos. Esto es lo que llamamos la administración de la realidad.
La administración de la realidad
Cuando un Cuarto Poder corrupto administra tu realidad, muchos hechos falsos serán incluidos en tu modelo histórico-político. Tu modelo del pasado políticamente relevante, y tu narrativa causal para explicar cómo tu ecología institucional llegó a su estado presente, también serán falsas en puntos importantes. En el extremo, serán perfectas fantasías.
En el Occidente medieval, por ejemplo, el modelo histórico-político de los campesinos era una fábula religiosa construida por una coalición de autoridades religiosas y políticas que enseñaba una lección moral sobre un pecado original genético y sobre la necesidad de redimirlo por intermediación de las autoridades institucionales constituidas. Esto mantenía a los campesinos sosegados, no fueran a perder el Cielo.
¿Qué hay del modelo histórico-político de los occidentales modernos?
Memento: Una parábola
Yo pienso que, en Memento, Christopher y Jonathan Nolan nos han dado una parábola útil de cómo los occidentales son impedidos de construir una consciencia histórico-política genuina por un Cuarto Poder Ampliado que ha sido cabalmente capturado. La trama de esta película está centrada en una discapacidad curiosa: Leonard Shelby, el protagonista, no puede formar memorias nuevas.
Shelby sufrió un trancazo a la cabeza cuando peleaba con el hombre que violó y asesinó a su mujer. Recuerda toda su vida hasta el momento de aquel golpe, pero, desde entonces, su vida es una serie de segmentos inconexos. Dentro de cada segmento, durando a veces algunas horas, a veces algunos días, recuerda la nueva secuencia de eventos—hasta que no—. Y luego empieza otra vez en blanco. Amnesia anterógrada. No obstante, asombrosamente, Shelby desarrolla un propósito continuo que atraviesa los segmentos inconexos: encontrar al criminal y matarlo. Más asombroso: persevera en ello.
Esto implica trabajo. Antes de que su memoria vuelva a borrarse, Shelby corre a documentar cualquier cosa aprendida, pues de lo contrario no contará más tarde con dicha información. Estos ‘documentos’ son elaborados con cuidado para que sean después descubiertos en el orden correcto. Vemos entonces a Shelby, al iniciar cada borrón y cuenta nueva, pasar del shock de ignorancia a la ilustración al descubrir tatuajes en su cuerpo que explican su condición y le invitan a considerar notas, fotografías, grabaciones de audio (etc.) que explican su propósito, organizan su progreso, nombran personas claves, afirman datos conocidos, advierten de peligros, y enumeran los pasos por seguir. Historiador y arqueólogo de su ‘yo,’ Shelby arma en cada ciclo una montaña cada vez más grande de notas dirigidas a sí (heredadas por ‘yos’ anteriores que no conocerá jamás) para luego dar otro paso de gusano en su misión.
No obstante todo este heroísmo, Shelby fracasa—le falta demasiada información—.
A veces llega el borrón y cuenta nueva antes de que pueda elaborar un documento—y jamás sabrá que eso ocurrió—. Otras veces, porque depende demasiado de otros, lo timan. A veces lo timan precisamente al momento del borrón y aprovechando el mismo.
Inevitablemente, algunas de sus ‘pistas’ son mentiras y lo llevan por un sinnúmero de caminos equivocados. No puede reconstruir la interpretación narrativa esencial. Vive en un universo paralelo de la mente, de ficción, y está enteramente satisfecho, porque no sabe. Pero habrá de pagar muy cara su inocencia: tarde o temprano, Shelby hará algo terrible—quizá contra sí—.
Nosotros, los consumidores de noticias, me parece, percibimos la historia política de manera análoga a como Shelby percibe su propia vida. Botados como un corcho sobre el efluvio de la Historia, agitados y meneados por fuerzas que a penas entrevemos, no podemos percibir el río entero que nos ha traído hasta aquí, sino tan solo este remolino, esta curva, este momento—pues vamos rápido y apenas podemos poner atención—.
No podemos formar memorias nuevas.
¿Cómo sucede esto? En el teatro de los medios, los reportajes caen de las pasarelas al escenario sin presentarnos antes un flashback retrospectivo de contexto, para luego esfumarse en las sombras de las cortinas laterales, demasiado rápido, cercenando así cualquier conexión narrativa con la siguiente escena. Empezamos cada ciclo de noticias en blanco: amnesia anterógrada política. La ‘realidad’ no es más que el último reporte de medios. Así es como casual y radicalmente se reescribe la historia mediante un hábil empleo del Cuarto Poder Ampliado.
Quien controla el padado controla el futuro. Quien controla el presente, controla el pasado.
—George Orwell
¿Cómo puede el consumidor de noticias promedio, o inclusive el estudiante universitario promedio, sospechar siquiera que algo así ha ocurrido? Somos fácilmente timados. No podemos reconstruir la interpretación narrativa esencial.
Vivimos en un universo paralelo de la mente, una realidad administrada llena de ficciones sobre el pasado. Y estamos satisfechos, porque no sabemos. Pero habremos de pagar muy cara esta inocencia: tarde o temprano haremos, o permitiremos, algo terrible. Nos haremos un daño terrible. Porque, como bien dijo Jorge Santayana: “Quienes no recuerdan su historia, están condenados a repetirla.”
Por eso escribí El Colapso de Occidente: El Siguiente Holocausto y sus Consecuencias.