SEMITISMO VS. ANTISEMITISMO (Parte 1). La Estructura de Nuestra Historia.
Imagina que la clase de historia fuera como sumergirse en una aventura milenaria de acción, de ésas que abarcan series enteras de novelas, como de Frank Herbert (Dune), Isaac Asimov (Foundation), o J.R.R. Tolkien (El Señor de Los Anillos). Ningún niño se aburriría!
Entonces, ¿por qué los aburren sus maestros?
Pregunto porque la historia política de Asia occidental—que incluye a Europa—tiene, de hecho, esa estructura de fantasía y ciencia ficción: ha sido un enfrentamiento de 4,300 años entre dos grandes fuerzas ideológicas.
Ni mandado a hacer para Asimov o Herbert. ¿Oh no? E inclusive con el toque cursi que requiere Tolkien! Porque estas dos grandes fuerzas, enfrentándose una y otra vez con variopintos matices y complejidades a lo largo de nuestra historia política entera, pueden con cabal justicia llamarse—aunque te rechinen los dientes—del ‘Bien’ y del ‘Mal.’ (Verás ahora por qué…)
Esta confrontación la llamo: semitismo vs. antisemitismo.
Pero este modelo, si bien sencillo y emocionante, y además un marco interpretativo poderoso que esclarece la estructura de nuestra historia entera y—para colmo—le da sentido a nuestro predicamento presente en el siglo 21, no es lo que te enseñan en la escuela. Entonces, permíteme.
En esta serie:
definiré el antisemitismo;
definiré el semitismo; y
esbozaré la estructura de nuestra historia política.
¿Qué es el antisemitismo?
Un antisemita es un enemigo racista del pueblo judío.
¿Por qué esta etiqueta? Porque los enemigos racistas del pueblo judío han querido siempre, y orgullosamente, que los conozcamos como ‘antisemitas’ (ellos inventaron el término en el siglo 19). Se hacen llamar antisemitas porque el hebreo, el idioma ancestral y ritual judío, es una lengua semita. Por costumbre moderna, entonces, llamamos a los nazis ‘antisemitas.’
Los antisemitas son un peligro especial para los judíos. En el crimen de Shoá (Holocausto) de la Segunda Guerra Mundial los antisemitas asesinaron entre 5 y 6 millones de judíos. Pero que no te distraiga; pon el ojo en esto: los antisemitas que causaron esa guerra de destrucción planetaria también causaron la muerte de más de 64 millones de no judíos. Y esos mismos antisemitas esclavizaron directamente a cientos de miles de—otra vez—no judios.
El punto es el siguiente:
Los antisemitas vienen por todos.
Esto es parte de la definición del antisemitismo. Es decir, los antisemitas siempre vienen por todos. Es lo que hacen los antisemitas: esclavizar a todo el mundo.
Hela ahí la estructura que trato de hacerte ver.
Ahora bien, decir que la intención de esclavizar a todos los no judíos es definitorio del antisemitismo político, que es una propiedad obligada del mismo, es comprometerme, como mínimo, con la identificación de un patron histórico invariable. Debería yo poder demostrar que, históricamente, los antisemitas políticos siempre están esclavizando a todo el mundo.
Y nada más fácil.
En siglos anteriores hubo igualmente grandes expulsiones, conversiones forzadas, quemazones, y enormes masacres de judíos. Y los poderosos antisemitas responsables fueron igualmente malas noticias para todos los occidentales. Todo te lo dijeron ya en la escuela; solo faltaba el marco interpretativo correcto.
Antes de los nazis, en Europa, los antisemitas más poderosos eran los boyardos rusos del Imperio Zarista. Las grandes masas de rusos estaban literalmente esclavizadas en un sistema que los denominaba siervos, y eran comprados y vendidos. Dicho sistema supuestamente fue abolido por la Reforma Emancipadora de 1861 del Zar Alejandro II, pero para muchos trabajadores rurales las condiciones de hecho empeoraron porque la reforma no redujo la carga sobre ellos, y el descontento que produjeron las consecuencias de una reforma tan tibia alimentó el fervor revolucionario, mismo que la clase boyarda reprimió con enorme violencia. Los mismos boyardos, que pelearon por preservar un sistema donde la gran mayoría de rusos cristianos ortodoxos eran todavía básicamente esclavos, también organizaron atrocidades masivas contra los judíos, muy famosos, llamados ‘pogromos.’
La revolución prometía liberar a todos los rusos. Y los antisemitas que gobernaban el Imperio Ruso pensaban que la forma de impedir eso era organizar grandes matanzas de judíos. De hecho, Vyacheslav von Pleve, el más alto policía ruso, lo dijo con cabal literalidad: “ ‘Debemos ahogar la revolución en sangre judía.’ ”1 Esto expresa con harta precisión el punto que estoy comunicando.
En la Europa medieval y renacentista, como aprendimos en la escuela, enormes multitudes de cristianos fueron oprimidos por algo llamado la Inquisición Católica. Se incluyen ahí no solo cristianos en rebelión contra el Papa, sino también cristianos que hasta su último aliento fueron católicos orgullosos. Todos fueron oprimidos porque ninguno tenía derecho a pensar libremente. Y si alguno se desviaba de las opiniones de su señor totalitario, el Pape, o si alguno era falsamente acusado de aquello, la Policía del Pensamiento—la Santa Inquisición—se lo llevaba. Primero los torturaban, y luego, si no podían quebrar su espíritu, o si a pesar de sus protestas los declaraban culpables, los quemaban lentamente como si de rostizar un cerdo se tratara—pero vivos—hasta la muerte. Y si los disidentes cristianos lograban masa crítica para organizarse regionalmente, las acciones policíacas ya no bastaban; se lanzaban guerras, como contra los albigenses (cátaros), o más tarde los hugonotes, que fueron exterminados en Francia. A los paganos que había todavía en Europa les enviaron los orgullosos caballeros germánicos, también antisemitas, quienes, bajo órdenes del Papa, los convirtieron a la fuerza o los exterminaron (las famosas ‘cacerías de brujas’ comprenden la última etapa de la erradicación del paganismo).
Los autores de todo este terror contra europeos cristianos y paganos fueron los antisemitas. Los mismos. Y sabemos que eran antisemitas porque mientras cocinaban a cristianos y paganos, al mismo tiempo hacían campañas de propaganda contra los judíos por ser supuestamente hijos del Diablo, y daban prioridad a la organización de conversiones forzadas, expulsiones masivas, y también—sí—muchas quemazones y masacres de judíos. Durante esos siglos los judíos fueron prácticamente exterminados de Europa occidental (por eso el genocidio del siglo 20 de Hitler sucedió sobre todo en Europa oriental, donde para ese entonces vivía el 90% de los sobrevivientes judíos).
Luego entonces, los antisemitas medievales y renacentistas fueron malísimos para todo mundo.
¿Y más atrás? Nos encontramos otra vez la misma estructura. Pasamos por los siglos llenos de dolor y terror de la Inquisición y rebobinamos hasta la Roma pagana, cuyo crimen magno fue un genocidio contra los antiguos judíos en el siglo primero y segundo.
Habrás oído quizás de la destrucción del Templo en Jerusalén (Tishaá B’Av) en el año 70 del primer siglo de nuestra era. Fue un episodio de la Primera Guerra Judía—una guerra genocida—. Siguieron la Revuelta de la Diáspora y la Segunda Guerra Judía, también guerras genocidas. Quedaron pocos judíos en el Mediterráneo. Los historiadores estiman que, en términos proporcionales, ¡los romanos mataron más judíos que Hitler!
Y aquel Imperio Romano esclavizaba y oprimía a todo mundo.
Datos curiosos:
Hitler y sus nazis se hacían llamar el Tercer Reich. ¿Te preguntaste alguna vez por qué? El Tercer Reich se considera una reencarnación (la segunda) del Primer Reich: el Sacro Imperio Romano germánico, gobernado por un kaiser (‘césar’), y a su vez una reencarnación de la Roma antigua. Los nazis también saludaban orgullosamente a su Führer con el brazo alzado, como habían hecho (pensaban ellos) los romanos con su césar, y le gritaban ¡Heil Hitler! (¡Ave César!).
La Iglesia Católica, autora de mucha crueldad antisemita a lo largo de muchos siglos, también es orgullosamente romana. Fue la Iglesia quien recreara al Imperio Romano como el Sacro Imperio Romano germánico del Medioevo.
Insisto: aquí hay una estructura transhistórica.
Pero vayamos más atrás—antes de los romanos—. ¿Qué había? Griegos y macedonios. Y esos también estaban esclavizando a todo mundo.
Olvida eso que te dijeron en la escuela sobre Atenas, supuestamente ‘democrática.’ En otro artículo presento una refutación documentada de esa narrativa escolar (todavía vigente). Pero considera esto: el censo de Demetrio de Falero—gobernante del pequeño imperio ateniense en los años 317-307 AEC (antes de Jesús)—documentó 21,000 ciudadanos, 10,000 metecos (semilibres o semiesclavos, al gusto), y 400,000 esclavos.
No diré que los atenienses eran inimaginablemente crueles porque ahí tenemos la experiencia reciente de los campos de muerte nazis y ustachas. Los atenienses también los tenían: trabajaban a muerte a grandes multitudes de esclavos en las minas de Lavrio, al sur de Atenas. Los motivaban con látigos y los hacían trabajar en cadenas, haciéndolos entrar a la Tierra una y otra vez hasta que caían muertos.
¿Una democracia tiene campos de muerte?
Esta cultura de horror la heredaron los macedonios. ¿Y qué crees? Los grecomacedonios también cometieron genocidio contra los antiguos judíos, famosamente narrado en los Libros de los Macabeos (contenidos en la Biblia Cristiana). Querían abolir la religión judía. Eran pues, antisemitas.
Pregunto: ¿Por qué esta estructura? ¿Por qué vemos, siglo tras siglo, que los hampones empecinados en esclavizarnos a todos quieren siempre asesinar hasta el último judío? ¿No sería porque, según el Libro del Éxodo, los judíos tienen su origen—como comunidad legal y política—en una revuelta de esclavos?
Había que decirlo pero ya puesto sobre la mesa es obvio, ¿no? Y aquí tenemos la explicación de la estructura. Ahora podemos contestar esta pregunta: ¿Por qué sería que, en cada generación, los totalitarios que desean esclavizar a todo mundo tienen también, siempre, una enemistad muy especial—genocida—contra los judíos?
La respuesta es que la ley judía, la Ley de Moisés, es la ley de los esclavos liberados que desafiaron al faraón egipcio y escaparon al desierto para vivir en libertad. Toda la orientación de esa ley es la lucha contra la opresión. Entonces, el peligro—para los esclavizadores—es ¡que los judíos pudiesen inspirar y liderar a otros esclavos en revolución! Por lo tanto, los esclavizadores—los antisemitas—siempre buscan proteger su sistema esclavizador persiguiendo a los judíos con magna violencia. Mientras los judíos existan, los esclavizadores—por necesidad estructural—deberán ser antisemitas.
¡Hemos explicado el antisemitismo!
Pero aquí se verá la gran utilidad de mi nuevo término ‘semitismo.’ Pues los antiguos antisemitas—ojo—no eran simples judeófobos. Eran antisemitas. El término realmente aplica (esto es lo más interesante). Porque los antiguos antisemitas querían destruir no solo a los judíos sino al semitismo entero. Y estuvieron trabajando sobre eso inclusive antes de que los judíos se destacaran en la historia mundial.
¿Pero qué es el semitismo?
Yehuda Bauer célebremente opinó que el término ‘antisemitismo’ era “una necedad estúpida, porque no hay ningún semitismo contra el cual ser anti.”2 Con todo respeto, voy a discrepar. Me parece que sí existe el semitismo, pero hay que señalarlo claramente como una ideología para no implicar que se trata, de forma inclusiva, de la categoría de hablantes de idiomas semitas—justo la implicación que tanto molestaba a Bauer—.
Empero, no obstante que no todos los hablantes de lenguas semitas son semitistas, sí existe un vínculo histórico entre las lenguas semitas y el semitismo.
Hace ya 4,300 años (2,300 años antes de Jesús), en la Mesopotamia sur, cuna de la primera civilización, se manifestó un fenómeno político de gran amplitud, una ideología, establecida en Babilonia, como después llamarían a ese lugar, por hablantes de idiomas semitas. Esta ideología habla de la relación que debe obtener entre un rey y su pueblo: el rey garantiza los derechos de todos y los protege, especialmente tratándose de gente pobre y vulnerable. Dicha ideología la fundó Sargón de Acad, Sargón el Grande, cuando estableció el Imperio Acadio en revolución.
Ésa es la revolución original al comienzo de nuestra historia occidental. Y dicha revolución nos alcanza, hoy, desde las penumbras de la antigüedad, a través del judaísmo, la expresión más desarrollada, madura, y exquisita de lo que estoy llamando el semitismo babilónico.
Hace 4,300 años, el descontento social ya se había manifestado en Sumeria cuando Urukagina depuso al opresivo Lugalanda e instituyó reformas para proteger a los pobres y a toda la gente vulnerable en las ciudades de Lagash y Girsu que gobernó.
Pero el problema era más amplio, pues tan solo unos años más tarde, Sargón, con el apoyo masivo de las clases bajas, armó una revolución general de todas las ciudades sumerias en un golpe repentino y certero. Y unificó esas ciudades, fundando el Imperio Acadio (el primero del planeta). De la forma como Sargón reemplazó el sumerio con el semita como nuevo idioma oficial de gobierno se infiere que las masas oprimidas habían sido sobre todo semitas.
Sargón fue algo especial.
A juzgar por lo afirmado sobre él en un texto muy copiado en la antigüedad como su presunta autobiografía, Sargón presumía que una persona empleada en labores agrícolas lo había criado, con lo cual resaltaba su vínculo (adoptivo) con las clases bajas semitas que había liderado en revolución y que eran fuente de su poder:
Sargón, gran rey, rey de Agadé [Acad], ese soy.
Mi madre era una sumo sacerdotisa, a mi padre no lo conocí.
Los hermanos de mi padre amaban las colinas.
Mi ciudad es Azupiranu, que está situada en las orillas del Éufrates.
Mi madre sumo sacerdotisa me concibió, en secreto me dio a luz.
Me colocó en una cesta de juncos y selló mi tapa con betún.
Me arrojó al río que no se elevó (sobre) mí.
El río me llevó y me llevó a Akki, el sacador de agua.
Akki, el sacador de agua, me levantó del agua al meter su aguamanil.
Akki, el sacador de agua, me tomó como su hijo y me crió.
Akki, el sacador de agua, me nombró su jardinero.
Mientras yo era jardinero, Ishtar me concedió su amor […]
Como bien comenta el historiador Robert Wolfe, “Podemos ver más que una sugerencia en las antiguas inscripciones de que el ascenso de Acad bajo Sargón fue algo así como una revolución social.”3 Sí, y la presunta biografía de Sargón (arriba) tiene similitudes indudables con la biografía de Moisés, líder de una revuelta de esclavos. Ningún estudioso que yo conozca lo considera una coincidencia.
Y en realidad no existe una razón para dudar de que Sargón liderara una revolución, pues la evidencia de sus sucesores dinásticos deja muy claro que, empezando con Sargón, se institucionalizó fuertemente una nueva cultura política en el sur de Mesopotamia.
Esta impresionante cultura e ideología política—tan estable—que fundó Sargón sería preservada por acadios, amoritas, caldeos, arameos, todos ellos pueblos semitas que durante dos mil años jamás olvidarían a Sargón.
¿Y cómo es la cultura política sargoniana trasmitida y preservada por estos pueblos semitas de Mesopotamia? Nos habla de la obligación de un rey hacia su pueblo; de la importancia de establecer la paz, la tolerancia, la igualdad legal, y la justicia; de la misión sagrada de eliminar la opresión.
Bueno. Entonces, yo estoy llamando a esta ideología semitismo por tres razones obvias:
porque la produjeron originalmente y transmitieron por mucho tiempo reyes semitas;
porque floreció en una civilización de mayoría semita; y también, y con énfasis,
porque es justo lo contrario, en su contenido ético y político, de lo que quieren los antisemitas.
Este contraste y oposición—semitismo vs antisemitismo—ha sido el motor de toda nuestra historia política.
Desde la más rancia antigüedad en Asia occidental (una zona que incluye a Europa) y llegando hasta el ‘Occidente moderno’ (entendido como Europa y las sociedades que parió), y finalmente hasta el genocidio Nazi y los horripilantes eventos del 7 de octubre de 2023, los grupos criminales antisemitas deseosos de lucrar con nuestra esclavitud han visto en el semitismo a su enemigo mortal. Por eso han hecho sus mejores esfuerzos para envenenar y movilizar a la gente común contra los vehículos humanos de esta ideología liberadora.
A pesar de todo eso, y pagando un precio humano incomprensible, el semitismo ha sin embargo dado pasos gigantes para el progreso político, y ha transformado nuestro mundo.
Esa historia a continuación, en la Parte 2.
citado en: Ben-Itto, H. (2005). The Lie that Wouldn't Die: The Protocols of the Elders of Zion. London: Vallentine Mitchell. (pp.23-25, 29)
"Problems of Contemporary Antisemitism" (PDF). Archived from the original (PDF) on 5 July 2003. Retrieved 5 July 2003. Lecture by Yehuda Bauer, 2003. Jewish Studies at UC Santa Cruz.
Wolfe, R. (1984). Dark Star. Memory Books. (p.33)