Nadie acusó a Neville Chamberlain de ser un nazi ¿Por qué no?
Chamberlain, ‘apaciguador,’ era (dicen) bobo y cobarde.
Pero controlaba los medios.
Y amaba a Hitler.
¿No sería patrocinio el presunto ‘apaciguamiento’?
“… las opiniones de … Chamberlain … distaban poco … de los … nazis.” —Richard Cockett (1989)
Por aquellas épocas cuando el Imperio Británico era el poder más grande jamás visto, y en la coyuntura geopolítica—vísperas de la Segunda Guerra Mundial—que sellaría el destino de todos, Neville Chamberlain ocupó puestos importantes de liderazgo y luego fue primer ministro en los años más críticos. Sin exagerar, Chamberlain fue un gran arquitecto del siglo 20, pues sus políticas asistieron la propaganda y metas de guerra de los nazis alemanes.
Aun así, de mi conocimiento, nunca nadie acusó a Neville Chamberlain de ser un nazi. Cuando primero me contaron de la Segunda Guerra en la primaria, nadie dijo eso. Y nuevamente nadie cuando la repasamos en secundaria y preparatoria. Tampoco cuando cursé la universidad.
No digo que mis profesores defendieran a Chamberlain—por el contrario—. Y es más: para poder reprobarlo sabrosamente me armaban un guión dramático.
El líder nazi Adolfo Hitler, explicaban mis profesores, buscaba hundir al planeta entero en la oscuridad—destruir toda democracia, dividirnos en razas enconadas, esclavizar o matar a todo quien disintiera (y a muchos que asintieron), esclavizar a todos los ‘no arios,’ y exterminar a los ‘infrahumanos,’ especialmente a los judíos—.
Era Sauron. Excepto que Hitler era real—en la Tierra, no en la Tierra Media—.
Luego entonces, Neville Chamberlain ocupó el cargo más importante de toda la historia. Le tocó confrontar a Hitler. Y reprobó. Sus políticas—comúnmente evaluadas, en retrospectiva, como desafíos a la razón—permitieron al criminal alemán hacerse con Europa casi sin verse obligado a pelear.
¿Por qué habría de hacer eso Chamberlain? No porque fuera un nazi. Para nada. Nunca dijeron mis profesores ni de lejos nada parecido. Y eso tiene sentido, porque mis profesores enseñaban con libros de texto que jamás acusan eso.
¡No se entienda—ojo—que los textos usen guantes de seda!
Los libros de historia son duros con Chamberlain. Lo presentan otorgando al loco führer cuanta nueva cosa pidiera para satisfacerlo y con ello, se suponía, esquivar una guerra. Fueron los intentos de Chamberlain, nos dicen, de ‘apaciguar’ a Adolfo Hitler. Pero el único resultado del ‘apaciguamiento’ fue abrir el apetito de Hitler y debilitar la defensa estratégica de Europa. Chamberlain, pudiendo haber salvado millones de vidas, condenó al planeta entero a la guerra más devastadora de nuestra historia.
Así las cosas, los libros de historia fiscalizan mordaces la visión y estrategia de Neville Chamberlain. Hasta el más apiadado lo hace pedazos.
Según la caridad suprema de Winston Churchill, por ejemplo, las esperanzas de Neville Chamberlain “ ‘representan sin duda los instintos más nobles y benévolos del corazón humano—el amor por la paz, el trabajo por la paz, la lucha por la paz, la búsqueda de la paz,’ ” pero Chamberlain, pobrecito, fue “ ‘decepcionado y engañado por un hombre malvado.’ ”1 Es notable: para ‘defender’ a Chamberlain debe uno reducirlo a la categoría de un niño, ¡de quien abusaron por inocente!
Sobre las mismas líneas, A.J.P. Taylor, en su muy influyente Los Orígenes de la Segunda Guerra Mundial, ve al imberbe Chamberlain “perplejo” ante Mussolini y Hitler. Entonces, como un niño, Chamberlain quiso “buscar un acuerdo tan atractivo para los líderes fascistas que pudiera seducirlos de regreso al camino de la buena fe.” Y cada que salía ese tiro ‘estratégico’ por la culata, Chamberlain, “ingenuo, se indignaba de que, otra vez, Hitler se comportara como siempre se comportaba.”2
Con menor caridad, otros historiadores ven en Chamberlain tan solo a un hombre de estupidez y cobardía colosales.
Pero ¿pro nazi? No, eso no. Nunca.
Y se respira mejor así. Y eso es lo importante, ¿cierto?, sentirse bien. Mejor ahí lo dejamos.
Excepto que… esto genera un problema teórico. Porque el hombre descrito así, como idiota timorato, era el hombre más poderoso sobre la Tierra, gobernando—aunque no fuera su herencia—un imperio global en cuya tez no se ponía el sol. ¿No se precisan, para convertirse en aquel hombre, el talento y la audacia?
Pero si aceptamos que Neville Chamberlain debió ser arrojado y diestro, entonces eso, más su posición como el hombre más poderoso sobre la Tierra, por fuerza debió mejorar sus probabilidades de salirse con la suya. ¿No? Luego entonces, ¿no habrían sucedido las cosas, quizás, más o menos como quería Chamberlain?
Es una pregunta.
Propongo lo siguiente: paguemos por ver. Consideremos algunos hechos documentados importantes y veamos cuál hipótesis—idiota timorato o Maquiavelo pronazi muy arrojado—nos parece explicar más. Comenzaré con la evidencia más ambigua y pasaré por etapas a la que, a mi juicio, emite una señal más nítida.
Los aristócratas pronazis amaban el partido de Neville Chamberlain
Con detalle minucioso, varios historiadores han documentado algo que en su momento histórico fue una cosa muy pública: hartos aristócratas y grandes empresarios en Gran Bretaña eran de corte pro fascista—y embelesados, especialmente, con Adolfo Hitler—.
Incluso el rey.
El rey británico Eduardo VIII se había prendado de tal manera de Hitler que, luego de abdicar su trono para casarse con Wallis Simpson, una estadounidense sospechada de ser agente nazi, se casó con ella en Châteaux de Candé, propiedad de Charles Bedaux, industrial multimillonario muy cercano a los nazis. Y luego fueron a Berlín a visitar a Adolfo Hitler. Eduardo fue visto (y fotografiado) haciendo el saludo nazi—hartas veces, inclusive cuando “inspeccionó una guardia de honor de la SS,” como recuerda un periódico—.3 Los alemanes lo pasearon a diestra y siniestra, exhibiéndolo con fines propagandísticos.
Un tanto bochornoso, todo aquello.
Aristócratas y grandes industriales británicos los había más progresivos (o menos reaccionarios). Por supuesto. Éstos se organizaban en el Partido Liberal. Pero los pro fascistas hacían su hogar en el Partido Conservador. Y ahí, dominaban.
Esto pudiera sorprenderte si eres fan de The Crown en Netflix, donde Eduardo VIII funge como chivo expiatorio para lo que fueron, de hecho, simpatías pronazis muy extendidas entre los aristócratas y adinerados conservadores británicos. Pero rebobinando hasta situarnos en la década posterior al cierre de la guerra, nos encontramos al historiador D.C. Watt escribiendo—y muy de paso, porque sus lectores también se acordaban—que
“La hostilidad a la Alemania nazi persistió tan solo entre … la banda pequeña de conservadores derechistas para quienes 1914 era todavía una memoria viva. En el grupo principal de militantes conservadores había tres fuentes de simpatías pro germánicas”4 (énfasis mío).
Ahora bien, ¿qué implica esto sobre Chamberlain?
Siendo que las “simpatías pro germánicas” eran la emoción dominante en “el grupo principal de militantes conservadores,” ¿nos bastaría entonces señalar que Neville Chamberlain se convirtió en el líder del Partido Conservador para establecer que era un nazi? No—no basta—. Pero oteando más ampliamente para abarcar sus políticas, tan favorables a los nazis, tampoco nos estaría gritando este contexto, precisamente, que Chamberlain haya sido lo contrario.
(Importante: Mis observaciones en este ensayo sobre los conservadores británicos de los 1920s-30s no se vinculan de manera obligada con personas en otros lugares y tiempos que también visten la etiqueta polisémica de ‘conservador.’ En todo Occidente, hoy día, por ejemplo, muchos autonombrados ‘conservadores’ pelean valientes por las libertades occidentales.)
Chamberlain tenía a Ball
Examinando a su amigo más cercano, Joseph Ball, quizá puedan inferirse algunas cosas sobre Neville Chamberlain. Porque, como decimos en México, dime con quién andas y te diré quién eres. Y Ball tenía a su cargo a los espías.
Entre los espías británicos era común una cierta ideología, y no cuesta trabajo entender por qué. Las violaciones clandestinas a las libertades ciudadanas—el sello de cualquier servicio secreto—son ofensivas en exceso para los demócratas liberales; por ende, los servicios secretos británicos se cargaron—hasta vencer los ejes—de aquellos mentados fascistas fieles al Partido Conservador. Eso le insinuó una idea a John C.C. Davidson, presidente del Partido Conservador de 1926 a 1930: ¿por qué no emplear a esta gente para crear, dentro del Partido Conservador, “ ‘un pequeño servicio de inteligencia para nosotros’ ”?5
Davidson reclutó oficiales de inteligencia cuya lealtad al Partido Conservador superaba su lealtad a Gran Bretaña. Gente como Joseph Ball, “un ferviente devoto, en lo político, del Partido Conservador” y anteriormente jefe de la ‘Rama de Investigación’ del MI5 (inteligencia interior). Ball acudió al llamado de Davidson en 1927.6
“Para Davidson, el atractivo de Ball,” escribe el historiador Richard Cockett, “fue principalmente, parece, su ‘experiencia … con el bajo mundo y el manejo de criminales.’ ” Esas “técnicas de Ball del MI5,” previamente afiladas “para infiltrar al Partido Comunista,” las necesitaba Davidson “para infiltrar al Partido Laborista.” Quedó feliz: “Obviamente impresionado con las técnicas de Ball, en 1930 Davidson lo nombró jefe del nuevo departamento de investigaciones del Partido Conservador,” encargado de espionaje, infiltración, y sabotaje.7
Por supuesto que Ball no se conformaría con espiar a los partidos Laborista y Comunista, porque otros partidos podían ser espiados con los mismos métodos. “En efecto, Ball no titubeaba en usar las habilidades especiales de la inteligencia para espiar inclusive a los miembros de su propio partido.”8
Y bien, este hombre profundamente deshonesto, experto en el “manejo de criminales” para infiltrar organizaciones políticas en Gran Bretaña y así poder espiar y sabotearlas, era el mejor amigo y compañero de pesca con mosca de Neville Chamberlain. De hecho, “con Ball, Chamberlain disfrutó la amistad más cercana y cálida que probablemente haya tenido con nadie y pasaron varias vacaciones de pesca juntos a finales de los años 1930.” Cocket también escribe que “la devoción de Ball para con Chamberlain … rayaba en el fanatismo histérico.9
¿Eso demuestra que Neville Chamberlain fuera un nazi? No. Pero si nos sugiere que Chamberlain no era pendejo de nadie. Era un operador.
Pero, te estarás preguntado sin duda: esperando ahí la emoción del primer tirón, sumergidos a la cintura en el agua quieta del río, ¿qué se habrían dicho Ball y Chamberlain? ¡Quién fuera mosca en el anzuelo para espiar esas conversaciones! Pero si bien eso no se puede, sí podemos considerar, a continuación, las consecuencias de aquella relación.
Joseph Ball corrompió a la prensa británica entera
En 1931, en el contexto de varias controversias y dificultades acarreadas por la Gran Depresión originada en el famoso ‘Crash’ de 1929, se unieron políticos de varios partidos británicos para formar una gran coalición que ganó el mayor número de votos jamás contados y se hizo llamar el ‘Gobierno Nacional.’ Casi inmediatamente, como reconoce todo mundo, se convirtió en un gobierno conservador, si bien preservó, para efectos de propaganda, ese mote tan rentable de ‘nacional.’
Para publicitar sus metas se creó también, en 1931, el Buró de Publicidad Nacional (o NPB, por sus siglas en inglés: National Publicity Bureau) y nombraron a Joseph Ball vicepresidente y jefe del comité de recaudación. Así, las actividades de propaganda e inteligencia del aristocrático Partido Conservador y del Estado británico se fusionaron, y el último, diríase, se convirtió—aunque fuese opaco para casi todos—en una extensión institucional del primero. Aprovechando sus contactos y métodos de inteligencia, y un poder institucional vasto, Ball se abocó a conseguir un control clandestino e integral de la prensa británica.10
Fue aquí que inició aquella amistad tan estrecha, íntima, y políticamente ventajosa, cuando los talentos insólitos de Joseph Ball atrajeron la mirada de Neville Chamberlain, en aquel entonces ministro de finanzas y responsable de los asuntos económicos y financieros.
Si bien formalmente el primer ministro tenía más poder que Chamberlain, explica el historiador Richard Cockett, Chamberlain era ya de cierto modo, de facto, el político conservador más poderoso, pues
“inspiraba adulación y lealtad personal férreas, de intensidad extraordinaria, en su círculo de consejeros íntimos, y en nadie más que en Joseph Ball … [quien] terminaría siendo el acólito más devoto de Chamberlain. … [Así pues,] bajo dirección de Ball, el departamento de investigaciones del Partido Conservador [creado por Davidson] se convirtió de súbito en el feudo privado de Chamberlain.”11
Entonces Ball, al extender su alcance para abrazar clandestinamente a la prensa británica entera, sostenía las riendas para Neville Chamberlain.
Siempre hubo sospechas pero esto se mantuvo en secreto hasta los años 1980, cuando varios historiadores (entre quienes Cockett) finalmente descubrieron la jugada de Chambarlain y Ball contra la prensa. Uno de ellos, Anthony Adamthwaite, escribe que, para 1936, Chamberlain y Ball meneaban “a la BBC … de una correa tirante.” Y pronto se había logrado lo mismo con la mayoría de los periódicos importantes británicos.12
Harto relevante aquí es que dicho control clandestino, como documenta Adamthwaite, se empleaba para complacer a Adolfo Hitler, entonces quejándose por vía diplomática de presunto maltrato en la prensa británica. Pero Hitler no se pronunció satisfecho, escribe Adamthwaite. En 1937, con Chamberlain instalado ya como primer ministro, Joseph Goebbels, Ministro para la Ilustración Pública y la Propaganda de Hitler, señaló indignado críticas a Hitler que osaban todavía asomar la cabeza en los diarios británicos. Lord Halifax, Ministro de Relaciones Exteriores británicas, “prometió hacer todo lo que pudiera para asegurar ‘la cooperación de la prensa británica’ ” y corrió a solucionar el problema con los dueños del Daily Herald, el News Chronicle, el Daily Mail, y el Evening Standard. Pero Halifax fue menos discreto que Joseph Ball, y hubieron “preguntas incómodas” sobre todo esto en el House of Commons “[que] fueron enfrentados con negativas, evasivas, y galimatías.”13
Pese al escandalillo ése, el gobierno de Chamberlain consiguió su propósito: poco después, todos los periódicos británicos se habían sumado a la propaganda del ‘apaciguamiento.’ Lo mismo la industria fílmica británica.14 La transformación íntegra del panorama mediático en Gran Bretaña ha dejado azorados a los historiadores ocupados con este asunto.
Ya sé qué te estás preguntando: ¿En serio “íntegra”? Dejaré que dos especialistas del tema, los historiadores Nicholas Pronay y Phillip Taylor, publicados en el Journal of Contemporary History (1984), contesten por mí:
“El gobierno de Chamberlain [empleó] las técnicas de la propaganda y la manipulación de medios con una destreza y cabalidad asombrosas tanto en política interna como internacional—algo que hasta hace poco se pensaba era logro nada más de los regímenes más ‘modernos’ de la Alemania nazi o la Unión Soviética—.”15
¿Qué nos dice esto sobre Chamberlain? Veamos…
La Alemania nazi y la Unión Soviética, como sabemos, fueron regímenes totalitarios: al prohibir cualquier fuente de noticias que no fuera el Estado, administraban para sus ciudadanos subyugados una realidad orwelliana integral. Entonces Pronay & Taylor nos dicen que Chamberlain, interviniendo en secreto a la ‘prensa libre’ británica, logró algo parecido a eso.
Intrigante—y de implicaciones vastas—.
Primero, porque Chamberlain, en la democracia más importante del mundo, llena de ciudadanos revolucionarios orgullosos y recelosos en lo relativo a sus libertades, se arriesgó a ser descubierto en el acto de convertir a la prensa libre en un monopolio clandestino.
O sea que Chamberlain era arrojado.
Y, segundo, porque Chamberlain, nos dicen, logró niveles de control totalitarios conservando siempre la apariencia de libertad—una hazaña de genios—.
O sea que Chamberlain era diestro.
La destreza de Chamberlain opaca a los líderes totalitarios
Para apreciar los logros de Chamberlain, repasemos primero lo que acontece en una mente que se desarrolla en un Estado totalitario. Me refiero a un Estado totalitario clásico—uno francamente totalitario, digamos, donde la realidad es, oficialmente, la realidad oficial: lo que afirmen los medios del Estado. Eso pude tener efectos profundos, como lo presenció William Shirer en la Alemania hitleriana cuando fue corresponsal de CBS:
“Quien no haya vivido años en tierras totalitarias no puede concebir siquiera cuan difícil escapar las consecuencias nefastas de la propaganda incesante y calculada de un régimen así. Era común en hogares u oficinas alemanas, o en conversaciones casuales con algún extraño en un restaurante, cervecería, o café, toparme con las afirmaciones más estrafalarias de gente en apariencia educada e inteligente.
Coreaban, era obvio, alguna tontería escuchada en la radio o en los diarios. Caía uno a veces en la tentación de decírselos, pero recibía uno tales miradas incrédulas y silencios aplastantes, cual si hubiere uno blasfemado contra el Altísimo, que se imponía la futilidad de querer conectar con mentes ya torcidas, para las cuales los hechos cotidianos no eran sino lo que afirmaran Hitler y Goebbels con su desprecio cínico por la verdad.”16
Sin duda lo anterior es aterrador. Pero en el totalitarismo el control del Estado, en sí, es cuando menos transparente. Por eso, si estabas atrapado en la Alemania nazi pero con tus facultades escépticas intactas, podías mofarte para tus adentros, cuando menos, y desoír (como hicieron muchos) lo afirmado en medios estatales, porque si bien no conocías la verdad, tenías muy claro, eso sí, que el Estado era un rotundo fraude.
En Gran Bretaña, por el contrario, los ciudadanos de los 1930s no imaginaban que Chamberlain pudiera tener un control clandestino de los medios comparable al control abierto de los nazis. Los historiadores Pronay & Taylor comentan así:
“El gobierno entendía asombrosamente bien que para tener éxito ‘informando al público’ éste debía desconocer la fuente de dicha ‘información.’ Por ende, muchos de estos ejercicios en … ‘educar al público’ se hacían, de hecho, a través de varias ramas de los servicios secretos.”17
Dicho más francamente: Chamberlain entendía que emplear eficazmente una prensa controlada desde los servicios secretos para hacer guerra psicológica contra los ciudadanos británicos requería conservar en el público la percepción de una prensa libre. Pues percibir a los oferentes de noticias como libres, independientes, y autónomos es lo que infunde confianza en las noticias. Chamberlain gozaba de esa confianza, que no tiene un líder totalitario clásico, por lo cual su poder para administrar la realidad era todavía mayor.
En absoluto me ha parecido que Neville Chamberlain fuera estúpido o cobarde.
Te invito a sopesar y apreciar las implicaciones de este contexto. Neville Chamberlain era 1) el hombre más poderoso sobre la Tierra; 2) un operador hábil y mañoso, amo de la realidad; y 3) apoyado con la mejor inteligencia, pues los espías británicos eran los mejores. ¿Es siquiera posible, acaso, que un hombre así no entendiera, y perfectamente, qué cosa era Adolfo Hitler?
Y sin embargo, en vez de proteger a los ciudadanos británicos y europeos de Hitler, Chamberlain administró la realidad para sofocar la oposición a sus propias políticas de ‘apaciguamiento’—justo las políticas que permitieron a Hitler hacerse con Europa (casi) sin necesidad de pelear—.
¿Sería ésta la demostración del nazismo de Neville Chamberlain? Quizá no sea una demostración. Pero se esfuma rápidamente el espacio de maniobra para escapar esta conclusión.
¿Cuánto abarcaba la realidad administrada por Chamberlain?
Arriba vimos a William Shirer (un tanto ingenuo, en el contexto presente) pavoneándose superior a una “mente … torcida … [por] Hitler y Goebbels.” Pero seamos justos con él, pues Shirer no desatendió que la realidad se había torcido también en su país. Repasando el comportamiento del Times de Londres, y en especial los festejos del Times a todas las propuestas obviamente mentirosas de paz de Hitler, escribió:
“Este gran diario, una de las glorias del periodismo inglés, jugaría un dudoso papel, como el gobierno de Chamberlain, en el apaciguamiento desastroso de Hitler. Pero para mí que tenía menos justificación que el gobierno, pues en su corresponsal Norman Ebutt tenía, antes de que fuera expulsado el 16 de agosto de 1937, una fuente de información sobre las actividades y metas de Hitler muy superior a lo que enviaban otros corresponsales o diplomáticos extranjeros, incluyendo los británicos. Si bien mucho de lo que escribió para el Times desde Berlín no se publicó, como a menudo lo comentó con este autor y como fue después confirmado, los editores del Times tenían que estar leyendo todos sus reportes y estaban por tanto en condiciones de saber qué realmente sucedía en la Alemania nazi y cuán huecas las grandiosas promesas [de paz] de Hitler.”18 (énfasis original)
El pasaje arriba citado lo escribió Shirer como comentario al margen de su narrativa sobre el año 1935. Sin duda las noticias mediáticas en Gran Bretaña ya eran bastante corruptas para esa fecha, pero Joseph Ball no completaba todavía su abrazo de oso de la prensa británica. Eso sería en 1937, como vimos, con Neville Chamberlain—su héroe, mejor amigo, y jefe—ya de primer ministro.
Para entonces ardía muy caliente la Guerra Civil Española (1936-1939). Los fascistas de Francisco Franco recibían armas, aviones, y soldados de Benito Mussolini y de Adolfo Hitler. La política británica, ostensiblemente ‘neutral,’ obstaculizaba la defensa de la República Española, en efecto asistiendo a los franquistas, y continuaría así hasta el amargo final—hasta que Franco quedara instalado en Madrid—.
¿Sería esa asistencia indirecta para Franco un error de cálculo británico? ¿O todo era intencional? George Orwell, en aquel momento en España peleando con los republicanos contra los fascistas, nos ha dejado algunas pistas.
Al igual que Shirer, Orwell no conocía los detalles de lo conseguido por Chamberlain y Ball con la prensa británica. Pero podía adivinar, pues era testigo ocular de sus efectos tan extraños y reportó sus observaciones, algunas de las cuales recoge su ensayo ‘Una Mirada Hacia Atrás a la Guerra Civil Española.’
“Desde muy joven noté que ningún evento jamás se reporta correctamente en los diarios, pero en España, por primera vez, vi reportes periodísticos sin correspondencia alguna con los hechos, ni siquiera la correspondencia que implicaría una mentira llana.
Vi reportes de grandes batallas donde nadie había peleado y silencio total donde mataron a cientos de hombres. Vi guerreros valientes denunciados como cobardes y traidores, y otros, sin usar jamás su rifle, elogiados como héroes de batallas imaginarias; y vi a los periódicos en Londres vendiendo esas mentiras y a los intelectuales, muy ávidos, erigiendo superestructuras emocionales sobre la base de eventos jamás acontecidos.
Vi cómo nos escribían la historia, de hecho, no con base en lo sucedido sino en lo que, según varias líneas ideológicas, debió suceder.”19
En calidad de testigo ocular emplazado en el momento y lugar de los presuntos hechos, Orwell pudo ver cómo administraban la realidad, creando ‘hechos históricos’ inexistentes por vía de reportes falsos sembrados en la prensa británica. Con ello timoneaban a su gusto la opinión pública en Gran Bretaña:
“Y esos bandazos asombrosos de opinión que ahora vemos en las masas, las emociones alumbradas y extinguidas como si de un switch se tratara, son producto de aquella hipnosis impuesta por los diarios y la radio.”20
(¿Sería esto muy distinto, acaso, de la sumisión psicológica testimoniada por Shirer en el Tercer Reich?)
No olvidemos que era Neville Chamberlain quien personalmente administraba esa realidad a través de su “acólito más devoto” Joseph Ball. ¿Y con qué fines? Aquí nuevamente George Orwell:
“Lo más desconcertante de la guerra española fue el comportamiento de los grandes poderes [democráticos]. A Franco le dieron la victoria los alemanes y los italianos, y sus motivaciones eran bastante obvias. Las motivaciones de Francia y de Gran Bretaña son menos fáciles de entender.
En 1936 cualquiera entendía que si Gran Bretaña tan solo ayudase al gobierno español, así fuere con unos cuantos millones de libras en armas, Franco colapsaría y la estrategia [nazi-]alemana se habría dislocado severamente. Para esas fechas la clarividencia sobraba pues era evidente que habría guerra entre Gran Bretaña y Alemania; podía anticiparse, inclusive, una espera de apenas uno o dos años. No obstante, de la forma más pequeña, cobarde, e hipócrita, la clase gobernante británica hizo todo lo posible para darle España a Franco y a los nazis. ¿Por qué?
La respuesta es obvia: porque eran pro fascistas. Sin duda alguna lo eran, y sin embargo cuando vino el choque final eligieron enfrentarse a Alemania. No se entiende todavía qué plan ponían en marcha al apoyar a Franco, y quizá no tuvieran siquiera un plan. Averiguar si la clase gobernante británica es malévola o estúpida sería resolver una de las preguntas más difíciles de nuestro tiempo, y una muy importante para ciertas coyunturas.”21
Sin duda es una pregunta importante.
Si bien Orwell carecía de algunos datos claves presentados aquí, ¿quién mejor que él para observar y razonar los hechos políticos que sí tenía a la vista? Y lo que él percibía, claro como el agua, era cómo las realidades internacionales y británicas se administraban “para darle España a Franco y a los nazis.”
Era Chamberlain quien hacía todo eso. ¿Eso lo convierte en un nazi?
Tomando la evidencia en su conjunto, la respuesta aquí, creo yo, debiera ser que ‘sí.’ Empero, concederé que llegados a este punto la construcción del caso es todavía circunstancial. Faltan la confesión y la ‘pistola humeante.’ Pero si hicieren falta, también las tengo.
Venga La Verdad: la confesión y la pistola humeante
La prensa secretamente controlada en una democracia no puede manipular eficazmente a la población a menos que parezca una prensa libre. Por ende, el apoyo al apaciguamiento de Chamberlain debía hacerse con sutileza y presentarse en una variedad de sabores, cada cual para los prejuicios y tendencias de los lectores de cada publicación. (Esta estrategia para controlar la realidad la explicó en el siglo 19 el gran teórico político Maurice Joly.)
Entonces, en un extremo estaba The Economist, hondeando una bandera ultraliberal, y por ende muy consistente en sus denuncias a Adolfo Hitler y la Alemania Nazi, criticando siempre el apaciguamiento y “denunciando las políticas internas del Reich y representando el rearme de Hitler como una seria amenaza para la paz europea.”22 Al mismo tiempo, y con la misma consistencia, The Economist, alegando costos económicos, presentó una oposición férrea al rearme británico durante los 1930s. Este semanario inclusive “deseaba la abolición de la aviación militar en el Reino Unido”!23 Igualmente, The Economist denunció consistentemente el trato nazi para con los judíos, pero opuso una fuerte resistencia—alegando costos económicos—a que un solo refugiado judío fuera recibido en Gran Bretaña.24
¿Ves cómo funciona?
En el otro extremo, con cero pretensiones de liberalismo, estaba Truth [La Verdad]. Este periódico nos hablará elocuente desde su tumba (última emisión: 1957) sobre la cuestión de Chamberlain, pues, en una carta privada a su hermana que está ahora disponible a los historiadores, “Neville Chamberlain … admitió … que el periódico [Truth] era ‘controlado en secreto por Sir Joseph Ball.’ ”25
Chamberlain no dijo ‘influenciado’ o ‘presionado’ sino controlado. Ciertamente, Ball había clandestinamente comprado el periódico, de plano. Y eso lo convirtió en propiedad cabal bajo el control total de Neville Chamberlain. Nada se publicaba en Truth que no fuera de su agrado.
Y eso es de suma importancia, pues
“Truth adoptó un tono abiertamente antisemita y racista …, [y] a cualquier opositor del apaciguamiento lo llamaba judío/comunista traidor a la verdadera causa inglesa. … Truth también adoptó una postura abiertamente pro alemana y pro italiana al paso que Chamberlain buscaba una solución diplomática con Hitler y Mussolini. Truth aprovechaba cualquier oportunidad para presentar las quejas alemanas en los términos más positivos posibles; al mismo tiempo excusando toda acción alemana que pudiera parecer antagónica o amenazante, y culpando siempre a los franceses por precipitar una crisis europea.”26
Esta agitación pro hitleriana se llevaba a extremos. Cuando Hitler movilizaba sus tropas con la intención de atacar a Checoslovaquia, Truth escribió que no había razón para ver una agresión en ello. El mismo número celebraba a Hitler como un hombre de sensibilidad profunda ¡pues según el diario era un gran artista de acuarela! Al primer ministro le encantaba esto: “Chamberlain recomendó Truth y su contenido político distintivo varias veces a sus hermanas.”27
¿Qué debiera uno concluir, de este contexto, sobre la ideología de Chamberlain y de Ball? Cockett lo pone así:
“Truth, expresando las opiniones de Ball y Chamberlain, parecen haber distado poco en su contenido ideológico de los prejuicios y creencias que profesaban los líderes nazis.”28
Me parece que Cockett, singular entre los historiadores, ha acusado muy cortésmente a Chamberlain—¡y en el Historical Journal de la Universidad de Cambridge!—de ser un nazi.
Pero, ¿por qué no sabías nada de esto?
La hipótesis dominante sobre Chamberlain—que nunca se anuncia como hipótesis sino como verdad axiomática de perogrullo—es la que encuentra uno en cualquier texto estándar: era un bobo cobarde pero bien intencionado. Dicha hipótesis ha sido destruida—enteramente—por varios historiadores cuyo trabajo aparece en las revistas especializadas de la disciplina.
Eso es… un notición.
No simplemente porque significa que, en una custión fundamental de causalidad sobre el conflicto geopolítico más importante de la historia, los libros usados en todas las escuelas a todos niveles están todos completamente equivocados. No solo por eso.
Es un notición, también, por la forma en que se equivocan los libros de texto. Es decir que la Segunda Guerra Mundial no sucedió porque nuestro protagonista fuera lento de comprensión y tímido de temperamento; la guerra sucedió porque Neville Chamberlain era un monstruo maquiavélico.
Eso es… UN NOTICIÓN.
Grande. Porque nos exige una revisión de toda la narrativa estándar concerniendo las causas de la Segunda Guerra.
Pero si esto es tan grande, entonces, ¿por qué no escuchaste nada de esto antes? La evidencia para desenmascarar a Chamberlain fue presentada en las revistas académicas de historia en los lejanos 1980. ¡Y todavía hoy nadie educa a los occidentales sobre esto! Te estás enterando aquí, en la tercera década del siglo 21. ¿Por qué?
Orwell dijo: “nadie jamás se hace con el poder con la intención de cederlo después.” Exacto. Entonces, para recuperar el poder, hay que arrebatarlo de quienes lo hayan capturado.
Los conservadores antidemocráticos británicos quienes, desde los servicios secretos, se hicieron clandestinamente con la prensa en los años 1930 nunca tuvieron la intención de soltar ese poder. Recuperar la libertad de prensa británica significa arrebatarla a estos aristócratas de los dientes. Pero eso requiere, como mínimo, un escándalo nacional. Eso no ha sucedido.
Entonces creo que Richard Cockett—quien indagara esto más que cualquier otro historiador—tuvo razón cuando escribió que “la relación incestuosa entre Whitehall [el gobierno británico] y la prensa,” es decir, entre el gobierno y “la prensa ‘libre’ e ‘independiente’ de Gran Bretaña” (tomemos nota de sus comillas sarcásticas), “existe todavía al día de hoy.”29
Escribió eso en 1989. Y el escándalo faltante sigue sin presentarse en las décadas transcurridas. Pero eso tiene sentido, ¿no? Puedo entender que una prensa controlada prefiera no exhibir su propia corrupción.
Pero el control debe ser más extendido todavía, pues, como dijimos, los libros de texto—aun hoy—no presentan al verdadero Neville Chamberlain para consumo del público.
Y Richard Cockett, luego de publicar un artículo académico y un libro sobre Truth en el periodo 1989-90, no volvió a decir nada al respecto que yo pueda encontrar.30 Quizá no haya relación alguna entre aquello y la oferta de empleo que poco después recibiera Cockett para laborar en la rancia cima de la prensa británica: en The Economist. Pero lo pone a uno a pensar.
Me parece interesante, también, que la página de Wikipedia sobre Truth está completamente errada sobre este tema.31
Una sincronicidad interesante
Quizá no se trate de una coincidencia: al mismo tiempo—mismísimo tiempo—que Chamberlain, echando mano de los servicios secretos británicos, completaba su conquista de la prensa británica en 1937-38, del otro lado del Atlántico los Rockefeller, unidos a la inteligencia estadounidense, igualmente completaban su control clandestino de los grandes medios estadounidenses.
La escala de lo logrado por los Rockefeller merece los superlativos de los historiadores Pronay & Taylor para con el esfuerzo de Chamberlain:
“algo que hasta hace poco se pensaba era logro nada más de los regímenes más ‘modernos’ de la Alemania nazi o la Unión Soviética.”
A pesar de las dimensiones de esto—o quizá a consecuencia de ello—el esfuerzo Rockefeller jamás se discute en el mainstream. Sin embargo mucha gente común sí está consciente de un aspecto de lo que hicieron los Rockefeller: la emisión de Orson Welles por CBS radio, en 1938, de La Guerra de los Mundos. Parece ser que aquello fue una prueba de campo para testear si el sistema mediático clandestinamente administrado tenía el poder de crear eventos históricos enteramente falsos (por supuesto, ésa no es la interpretación estándar de lo que pasó ahí).
Ahora bien, ¿sería coincidencia la movilización simultánea de los Rockefeller y de Chamberlain? ¿O sería posible que estos esfuerzos estuvieran ligados? Sí es posible. Los une el movimiento eugenista. Pues Chamberlain era eugenista, y tambien los Rockefeller.
Para saber más sobre el eugenismo:
Citado en: Shirer, William L. (1995[1960]). The Rise and Fall of the Third Reich: A History of Nazi Germany. New York & London: Simon & Shuster. (p.619)
Taylor, A. (1996 [1961]). Origins Of The Second World War. United Kingdom: Simon & Schuster. (pp.106-107)
‘Edward VIII gives Nazi salute during controversial 1937 visit to Germany for meeting with Adolf Hitler’; The Mirror; 8 October 2018; by Russell Myers
https://www.mirror.co.uk/news/uk-news/edward-viii-gives-nazi-salute-13384990
‘Netflix’s ‘The Crown’ paints Edward VIII as Nazi sympathizer — but was he?’; The Times of Israel; 29 January 2018; by Robert Philpot
https://www.timesofisrael.com/netflix-series-the-crown-paints-edward-viii-as-nazi-sympathizer-but-was-he/
Watt, D. C. (1956). The Anglo-German Naval Agreement of 1935: An Interim Judgment. The Journal of Modern History, 28(2), 155-175. (pp.161-162)
Cockett RB. (1990). Ball, Chamberlain and Truth. The Historical Journal 33: 131-42 (p.132)
“Ball, Chamberlain and Truth” (op. cit) pp.131-132
“Ball, Chamberlain and Truth” (op. cit) pp.131-132
“Ball, Chamberlain and Truth” (op. cit) p.132
“Ball, Chamberlain and Truth” (op. cit) p.132; Cockett, R. (1989). Twilight of Truth: Chamberlain, Appeasement, and the Manipulation of the Press. United Kingdom: St. Martin's Press. (p.183)
“Ball, Chamberlain and Truth” (op. cit) p.133
“Ball, Chamberlain and Truth” (op. cit) p.132
Adamthwaite A. 1983. The British Government and the Media, 1937-1938. Journal of Contemporary History 18: 281-97 (pp.282-85)
The British Government and the Media (op. cit.) pp.282-85
“ ‘He cultivado algunos contactos personales con los líderes de la industria fílmica británica,’ reportó Ball confidencialmente a Chamberlain en junio de 1938, ‘y estoy satisfecho de que puedo contar con la mayoría de ellos para su apoyo total …’ Enfatizando la importancia de las pantallas de los cinemas cotidianos, vistas por 20 millones de personas cada semana, dijo Ball: ‘He preparado ya el camino para esto con todos los grandes circuitos entre los exhibidores … con Korda entre los productores, y con los presidentes de las cinco grandes compañias de noticieros cinematográficos.’ ”
FUENTE: Pottins, Charlie (1990). Cabinet Conspiracy. Jewish Socialist. No.19 (Spring)
https://www.jewishsocialist.org.uk/features/item/cabinet-conspiracy
Pronay, N., & Taylor, P. M. (1984). ‘An Improper Use of Broadcasting...’ The British Government and Clandestine Radio Propaganda Operations against Germany during the Munich Crisis and after. Journal of Contemporary History, 19(3), 357-384. (p.357)
Shirer, William L. (1995[1960]). The Rise and Fall of the Third Reich: A History of Nazi Germany. New York & London: Simon & Shuster. (p.248)
An Improper Use of Broadcasting...’ (op. cit.) p.357
Rise and Fall of the Third Reich (op.cit.) pp.287-288
Orwell, George. A Collection of Essays (Harvest Book) Houghton Mifflin Harcourt. Kindle Edition. (p.197)
A Collection of Essays (op. cit.) p.190
A Collection of Essays (op. cit.) pp.204-205
Wu, Shuang. (2018). British Press Coverage of Nazi Antisemitism, 1933-1938 (Doctoral dissertation, The Ohio State University). (p.26)
COGHLAN, F. (1972). ARMAMENTS, ECONOMIC POLICY AND APPEASEMENT. BACKGROUND TO BRITISH FOREIGN POLICY, 1931–7. History, 57(190), 205–216. (p.208)
http://www.jstor.org/stable/24407852
British Press Coverage of Nazi Antisemitism (op. cit) pp.36, 38
Cockett R.B. 1990. Ball, Chamberlain and Truth. The Historical Journal 33: 131-42 (p.135)
Cockett RB. 1990. Ball, Chamberlain and Truth. The Historical Journal 33: 131-42 (p.136)
Ball, Chamberlain and Truth (op. cit.) p.135
Ball, Chamberlain and Truth (op. cit.) pp.139-140
Cockett, R. (1989). Twilight of Truth: Chamberlain, Appeasement, and the Manipulation of the Press. United Kingdom: St. Martin's Press. (pp.1-2)
Ni siqiuera pude encontrar atrtículos académicos escritos por Cockett en una etapa posterior que hicieran referencia a su propio trabajo sobre cómo Chamberlain corrompió a la prensa.
Según Wikipedia (como me la encontré el 23 de diciembre de 2022), las acusaciones que se hicieron en el Parlamento británico contra Truth—que era pro nazi—eran “alegaciones falsas”; pero de hecho hubo cero controversia sobre ese punto. Todo mundo estaba de acuerdo en que Truth era pro nazi. No, el escándalo en el Parlamento tuvo que ver con el descubrimiento de que esta publicación (obviamente) pro nazi era propiedad del Partido Conservador británico.
Todavía más asombroso: para quien estuviera poniendo atención y aplicando escepticismo, será suficiente leer el resto del artículo de Wikipedia sobre Truth y seguir las ligas de Wikipedia a páginas temáticamente adyacentes para ver que la afirmación de “alegaciones falsas” son una tontería.