EUGENISMO. Antes de la Segunda Guerra, la élite de poder estadounidense apoyó mucho el eugenismo, que se convirtió en el nazismo alemán.
Estos poderosos eugenistas nunca fueron enjuiciados, y se quedaron como la principal fuerza en el Establishment de posguerra en EEUU.
Por décadas el sangriento régimen de Hitler, el Holocausto, y la Segunda Guerra Mundial serían percibidas como consecuencia de la locura insondable y odio ciego de un hombre y su movimiento. Pero… la guerra contra los débiles se graduó de los eslóganes, fichas, y bisturís de los estadounidenses a los decretos, guetos, y cámaras de gas de los nazis.
—Edwin Black, La Guerra Contra los Débiles: El Eugenismo
y la Campaña Estadounidense por Crear una Raza Maestra (2003:318)
El eugenismo es el movimiento que se convirtió en el nazismo alemán.
Antes de ser la ideología oficial de Alemania, el eugenismo fue muy popular con la élite de poder estadounidense.
Poderosas fortunas en EEUU fueron gastadas para institucionalizar el eugenismo.
Ese dinero tambien exportó el movimiento a Alemania, donde se convirtió en el nazismo.
Los adinerados eugenistas estadounidenses se quedaron como élite de poder después de la Segunda Guerra Mundial.
Durante la Segunda Guerra Mundial, fueron muchos los prisioneros torturados a muerte por doctores nazis en el transcurso de sus experimentos ‘médicos.’ Inmediatamente después de la guerra, en la ciudad de Núremberg, todavía bajo ocupación de los Aliados occidentales, estos crímenes fueron examinados en el famoso ‘Juicio de los Doctores’ por el Tribunal Militar Internacional (a menudo llamado el Tribunal de Crímenes de Guerra de Núremberg). Las deliberaciones concluyeron el 20 de agosto de 1947. Por sus crímenes, los doctores nazis fueron todos ahorcados.
Los juicios de Núremberg, donde los Aliados hicieron gala de justicia, fueron muy públicos, y los jefes quedaron bien. Pero lo que esos mismos jefes hicieron en secreto—y al mismo tiempo—no los deja bien parados.
En secreto, los jefes estadounidenses protegieron a otro médico criminal, Shiro Ishii, la versión japonesa del Doctor Nazi Josef Mengele. ¿Cómo era Ishii?
“[se] estima que por lo menos 3000 personas fueron asesinadas como resultado de los experimentos [del Dr. Shiro Ishii]. Algunos murieron de enfermedad, mientras que otros fueron ejecutados luego de convertirse en ruinas físicas no aptas para experimentos [‘médicos’] adicionales.”1
En vez de enjuiciar, condenar, y ejecutar a Ishii por convertir a seres humanos—¡soldados estadounidenses!—en ratas de laboratorio, los altos mandos militares de EEUU reclutaron a Ishii y a su equipo, los protegieron, y al parecer inclusive les pagaron a cambio de los datos obtenidos en sus experimentos ‘médicos.’
¿Qué? ¿Por qué?
Porque esperaban obtener así una ventaja para su programa de bioguerra, iniciado por Franklin Delano Roosevelt.
A escasos dos años de esto, los militares estadounidenses se abocaron con brío al desarrollo de armas biológicas (compartiendo dichas tecnologías con la CIA). El programa de investigación incluyó rociar con armas biológicas experimentales a millones (sí, millones) de ciudadanos estadounidenses que jamás dieron su consentimiento ni tampoco fueron informados.
Estos crímenes de los militares etadounidenses contra sus ciudadanos permanecieron un secreto hasta 1975-77, cuando dos comités de investigación del senado estadounidense descubrieron los experimentos de bioguerra y los exhibieron. Llamados a comparecer, los voceros del ejército confesaron que habían llevado a cabo 239 pruebas al aire libre sobre estadounidenses ajenos a lo que sobre ellos acontecía, en un sinnúmero de ciudades y regiones, hasta el año de 1969.
Una pregunta obvia es: ¿Cómo es posible que esto sucediera en los Estados Unidos?
¿Cómo pudieron los jefes estadounidenses convertir a sus ciudadanos en ratas de laboratorio inmediatamente después de enjuiciar públicamente a los doctores nazis en Nuremberg por hacer lo mismo? ¿Tenía eso algún sentido esto?
Produce tristeza y rabia decirlo, pero sí. Darle sentido, empero, requiere primero conocer la ideología de los jefes estadounidenses. Y eso implica familiarizarse con el movimiento eugenista. Porque los jefes estadounidenses eran eugenistas.
¿Y qué es el eugenismo? Es el movimiento que se convirtió en el nazismo alemán.
Antes de ser un movimiento poderoso en Alemania, el eugenismo fue un movimiento poderoso en Estados Unidos. Y fue gracias al liderazgo, financiamiento, asistencia técnica, y padrinazgo y ejemplo legal de los jefes gringos que floreció el eugenismo en Alemania, hasta que se convirtió en el nazismo.
Muy probablemente, nunca habías oído nada sobre esto.
Y eso es notable, porque el eugenismo causó el evento geopolítico más grande jamas visto en este mundo, la Segunda Guerra Mundial, y por ende fue, sin lugar a dudas, la fuerza social y política más importante de la primera mitad del siglo 20. No obstante, cuando algún ciudadano estadounidense puede decir alguna cosa sobre el eugenismo (no es frecuente), nadie salvo un puñado entiende la liga que une al eugenismo estadounidense con el nazismo alemán. Y eso es muy a pesar de los mejores esfuerzos del valiente historiador Edwin Black, quien pugna desde 2003 por exhibir dicha liga.
En este artículo haré brevemente lo siguiente:
Explicaré cómo fue sumergido el vínculo entre el eugenismo estadounidense y el nazismo alemán;
resumiré la naturaleza de este vinculo.
Luego de digerir este material se vuelve posible darle sentido (entre muchas otras cosas) a los ‘tests’ de bioguerra, impuestos a la postre de la Segunda Guerra Mundial sobre ciudadanos estadounidenses desprevenidos y desinformados.
Pues fueron los poderosos eugenistas estadounidenses—gente que ocupaba la cima del Establishment, con poderes vastos sobre las burocracias gubernamentales—quienes difundieron su ideología a Alemania y la fortalecieron ahí hasta que la convirtieron en el nazismo. Estos eugenistas estadounidenses nunca fueron examinados, mucho menos enjuiciados, después de la guerra. Y se quedaron en el poder.
Abundaré sobre algunos detalles de esto, pero primero lo primero.
Los libros de historia más influyentes borraron el tema del eugenismo
¿Dónde clolocar la responsabilidad por la Segunda Guerra Mundial? La mayoría de los historiadores contestan: con Hitler y los nazis. Muy bien. ¿Y donde colocar la responsabilidad por Hitler y los nazis? Con la élite de poder estadounidense.
¿No sabías? ¿No sabías que cientos de miles de ciudadanos estadounidenses inocentes fueron ya sea encarcelados, ya sea esterilizados a la fuerza, ya sea descasados en Estados Unidos, en la primera mitad del siglo veinte, por carecer de suficiente sangre ‘aria,’ mucho antes de que hicieran lo mismo en Alemania? ¿No sabías que los nazis alemanes estaban copiando precedentes legales estadounidenses cuando empezaron a enviar a la gente a los campos de concentración?
Bueno, no te maravilles tanto. Los principales textos que enseñan historia de la Segunda Guerra Mundial a los occidentales no lo mencionan. Y sobre este punto nos bastara una demostración breve.
Los autores principalmente responsables de construir nuestra conciencia histórica de la Segunda Guerra son dos: Winston Churchill y William Shirer.
A penas terminaa la Segunda Guerra Mundial, Churchill escribió La Segunda Guerra Mundial, una obra masiva en seis tomos que ganó el Premio Nobel de literatura y fue celebrada en todo el mundo. Su impacto fue arrollador.
“ ‘Los escritos históricos [de Churchill], comenta el historiador David Reynolds, “han sido enormemente influyentes.” Ninguno más que The Gathering Storm, que vendió más de 200,000 copias nada más en las primeras dos semanas. “Entre 1948 y 1954,” la magnum opus de Churchill, La Segunda Guerra Mundial (donde The Gathering Storm es el primer volumen),
“fue seriada en ochenta revistas y periódicos en todo el mundo, y luego apareció en pasta dura en cincuenta países y dieciocho idiomas. …[C]omo observara Plumb, los historiadores que siguieron han transitado las ‘avenidas amplias que abriera [Chuchill] para despejar la confusión y la complejidad de la guerra,’ con el resultado que Churchill el historiador yace en el corazón mismo de toda la historiografía de la Segunda Guerra Mundial.”2
En 1960 vino William Shirer, uno de esos “historiadores que siguieron,” obediente a la tradición Churchilliana, que se convertiría en la siguiente gran influencia. El historiador Gavriel Rosenfeld comenta:
“En la historiografía vasta del periodo nazi… Auge y Caída del Tercer Reich de William L. Shirer… ha adquirido, a lo largo de los años, un estatus sin igual comparado con cualquier trabajo histórico publicado antes o después sobre el tema. …[H]a vendido millones de copias en los Estados Unidos y millones más en el resto del mundo. Todavía vemos tirajes nuevos y el trabajo de Shirer se ha traducido a los multitudinarios idiomas europeos y no europeos y publicado en varias ediciones especiales. Ha sido convertido, inclusive, en un documental y grabado como cantata dramática. Sin duda el trabajo mejor conocido jamás publicado sobre la era nazi, Auge y Caída del Tercer Reich es más que otro volumen de historia. Es una institución literaria singular, y ha adquirido la reputación de “el libro de historia más vendido que se haya escrito en tiempos modernos.”3
Vemos a la Segunda Guerra Mundial a través de Churchill y Shirer, los hayamos leido o no, pues su narrativa ‘oficial’ se refuerza en un sinnúmero de otros artículos, libros, películas, y programas de televisión—y, de hecho, en otros incontables trabajos de historia—. Este es el paradigma interpretativo de la Segunda Guerra Mundial—el que aprendemos en la escuela—.
Pesa bastante, por ende, que la palabra ‘eugenismo’ no aparezca una sola vez ya sea en the Gathering Storm (la explicación que dio Churchill de las causas de la guerra) o en Auge y Caída del Tercer Reich.
Ahora bien, dicha omisión tiene consecuencias río abajo para nuestra comprensión de la historia, mismas que se aprecian nada más hojeando los libros de historia empleados para enseñar a estudiantes de licenciatura. Por ejemplo, el muy reconocido Los Orígenes de la Segunda Guerra Mundial en Europa, texto de 1997 de P.M.H. Bell, supuestamente enfocado como láser, desde el título, sobre los orígenes—es decir, las causas—de la Segunda Guerra Mundial. Este libro de texto no contiene (nuevamente) ni una sola mención de la palabra ‘eugenismo.’ Y esto es típico.
He visto los efectos. Solía pedir un alzamanos de mis alumnos en la Universidad de Pensilvania para quienes hubieran escuchado la palabra ‘eugenismo,’ pero casi nadie se movía. Estos alumnos del Ivy League, en una de las más prestigiadas casas de educación superior en Estados Unidos, no habían oído jamás hablar del movimiento social y político más importante de la primera mitad del siglo 20—mismo que, para colmo, tuvo su primer y más grande florecimiento en los Estados Unidos—.
Si hemos de entender la Segunda Guerra Mundial, debemos corregir este déficit educativo. Entonces, veamos…
¿Qué fue el eugenismo?
Fue una reacción a los eventos del año 1848.
En 1848, el año más asombroso, los pueblos de Occidente, en casi todos los países, se levantaron simultáneamente en revolución y forzaron a las élites de poder a aceptar sus exigencias. No consiguieron todo lo deseado de súbito, ni en todos lados, pero 1848 puso en marcha un tren que habría de asentar las bases del mundo democrático moderno.
Los revolucionarios de 1848 exigían sufragio universal, constituciones, parlamentos, cartas de derechos, libertad de expresión y asociación, separación de Iglesia y Estado, etc. Aquí nació la gramática política de Occidente moderno. Todo lo que asociamos con la vida democrática apta y normal comenzó a cobrar su forma en 1848.
Nada gustó todo aquello a las élites de poder, y comenzó la búsqueda por encontrar estrategias creativas para combatir el nuevo poder de los pueblos. Pero los pueblos de Occidente no podían ser simplemente pateados de regreso al Medioevo, porque, corriendo a las barricadas en multitudes asombrosas, habían demostrado su poder llano—y su voluntad para morir por un cambio—en las calles. Luego entonces, las élites de poder precisaban de una nueva estrategia, una alternativa a la represión directa. Una estrategia astuta. Una estrategia moderna.
Entró aquí en escena el británico Francis Galton, padre fundador de la disciplina académica de la psicología.
Pasados algunos años después de 1848, Galton comenzó a argumentar que la posición exaltada de las élites de poder occidentales, su posición en la rancia cima del sistema, era consecuencia de sus buenos genes (originalmente, ‘germoplasma’), que los hacían muy superiores a las clases trabajadoras, llenas de ‘degenerados,’ como los llamó.
Entre esos ‘degenerados’ de las clases trabajadoras, algunos, aseveró, tenían demasiado retraso mental, por lo cual el Estado debía utilizar los ‘tests mentales’ de Galton para identificar a dichos individuos y luego, en sus palabras,
“ ‘por medio del aislamiento, o de algún otro método drástico pero adecuado, debe ponérsele fin a la producción de familias cuyos hijos probablemente incluirán degenerados.’ ”4
Se afirmaba que, de no controlar la reproducción de los “degenerados”—supuestamente retrasados mentales—de las clases bajas, toda la sociedad se colapsaría debido a una imbecilidad general. Esto era opresión disfrazada de salud pública (¿te suena?).
La estrategia fue usar ‘tests de inteligencia’ fraudulentos—luego llamados ‘pruebas de IQ’—para restringir las oportunidades y los derechos (reproductivos, médicos, ciudadanos, educativos, y políticos) de las masas. Y al extenderse este movimiento en las clases altas de todo el mundo occidental, el eugenismo rápidamente se amalgamó con las metas de los defensores de la presunta supremacía de la raza ‘aria,’ ‘nórdica,’ o ‘germánica.’
Esto pudiera resultar asombroso: ¿Por qué habrían de emocionarse las élites en todo Occidente con la presunta supremacía de la raza germánica? Pero se explica fácil: las élites occidentales tan embelesadas con el eugenismo podían todas con cierta razón jactarse de tener ascendencia ‘germánica.’
¿Cómo así?
Luego de cerrarse las fortunas del Imperio Romano Occidental hacia finales del siglo 5, fueron aristocracias militares germánicas las que fueron ocupando la función de señores gobernantes sobre las poblaciones no romanas y no alemanas antes subyugadas por los romanos. Los nuevos señores alemanes eran visigodos en la península ibérica; ostrogodos y luego también lombardos en el norte de Italia; francos en lo que ahora es Francia, el grueso de Alemania, y los países bajos; anglosajones y luego también normandos en Gran Bretaña. Los escandinavos en el norte, nunca dominados por los romanos, también eran germánicos.
Cuando Carlomagno, rey franco conquistador de mucho de Europa occidental, fue coronado ‘Sacro Emperador Romano’ por el Papa León III en el año 800, el Imperio Romano renació como un asunto germánico y los aliados militares de Carlomagno recibieron enormes latifundios y títulos aristocráticos por todo Europa. Así nació la nobleza europea, como un asunto germánico. La cultura se volvió gótica, de ‘godo’ = alemán.
En la segunda mitad del siglo 19, esta memoria orgullosa de su ascendencia común alemana se convirtió en el pegamento solidario para las élites de poder occidentales que buscaban aliarse contra la (para ellos) ascendencia espeluznante del poder popular. La élite de poder estadounidense—cuya herencia anglosajona, al decir de muchos eugenistas, venía de la sepa germánica ‘mas pura’ (sin comentario)—se apoderó del liderazgo del movimiento.
La meta era echar atrás las logros de la Ilustración; enterrar el legado del año 1848.
Los métodos eugenistas en Estados Unidos
Los eugenistas enfrentaban una dificultad especial. La Ilustración, y las revoluciones que inspiró, habían establecido la dominancia cultural de la democracia liberal y la investigación científica—ésa era la nueva gramática política. A partir de ahí, los presidentes y primeros ministros todos debían hablar el lenguaje de la libertad, la compasión, el servicio público, y la política de Estado anclada en la ciencia.
En esta era ‘progresista’ oficialmente compasiva, con las preocupaciones de las clases bajas ahora políticamente importantes, el problema de la pobreza se había convertido en una prioridad oficial, y la ciencia había sido reclutada para encontrar soluciones.
Puesto que era obligatorio para las élites de poder echar labia consistente con la nueva gramática política—había que hablar ese lenguaje—crearon una seudociencia para atender los problemas de la pobreza: el eugenismo. Esta nueva disciplina, pronto figurando en los cursos de bachillerato y universidad por todo Estados Unidos, alegaba que la pobreza era una enfermedad genética, una consecuencia del ‘retraso mental.’ La solución a la pobreza por ende era la crianza controlada, como se hace con el ganado. A menos que se hiciera una crianza científica de los pobres, según este argumento, su presunta estupidez genética abrumaría a la Sociedad y la dañaría fatalmente.
Ataviados entonces con su brillante vestimenta ‘progresista,’ los eugenistas urgieron a esa generación que adoptara sus medidas ‘filantrópicas’ de emergencia para salvar a la Sociedad. Dichas medidas implicaban darle poderes draconianos al Estado para abolir los derechos y libertades de los pobres (los ‘no arios’) para que no esparcieran sus genes demasiado. En gran medida, las clases medias fueron seducidas con cursos eugenistas de bachillerato y universidad donde les hablaban de su ‘inteligencia’ superior. Embobados por la ‘ciencia,’ muchos se compraron el fraude de los ‘tests de IQ.’
Para darse una idea del escándalo de estos ‘diagnósticos de inteligencia,’ consideremos que Henry Goddard—el más prominente de los psicólogos midiendo la inteligencia en Estados Unidos, y muy involucrado con el movimiento eugenista—consideraba que bastaba ojear de pasada para identificar a los ‘retrasados mentales.’ Con dichos métodos, cuando el gobierno estadounidense envió a Goddard y su equipo a evaluar a los inmigrantes en Ellis Island (Nueva York), diagnosticó que el 83% de los judíos que llegaban eran ‘retrasados mentales.’5 Estos ‘retrasados’ y sus descendientes—si bien no ascienden a más del 2% de la población estadounidense—habrían de ganar el 40% de todos los Premios Nobel otorgados a estadounidenses.
Precisamente porque la evaluación de la ‘inteligencia’ era enteramente fraudulenta, los eugenistas tenían latitud enorme para diagnosticar arbitrariamente y encarcelar a quien diera lata en ‘colonias’ (prisiones) hasta que su periodo reproductivo hubiese concluido. De esta forma, un régimen de ‘totalitarismo laxo’ fue establecido.
Como documenta el historiador Edwin Black en La Guerra Contra los Débiles: El Eugenismo y la Campaña Estadounidense por Crear una Raza Maestra, la élite de poder ‘anglosajona’ en EEUU rápidamente se convirtió en el líder internacional del movimiento eugenista. La introducción de Black reza:
“A lo largo de las primeras seis décadas del siglo veinte, a cientos de miles de estadounidenses, y a números desconocidos de otros, no les fue permitido reproducirse y así darle continuidad a sus familias. Seleccionados por su ascendencia, origen nacional, raza, o religión, se les esterilizó a la fuerza, se les vetó el matrimonio (algunos fueron coercitivamente descasados), y se les encarceló sin razón en instituciones mentales donde muchísimos murieron. … [E]sta guerra perniciosa a guante blanco fue librada por estimados profesores, universidades elitistas, adinerados industrialistas, y funcionarios de gobierno que se coludieron en un movimiento racista, seudocientífico llamado eugenismo. Su meta: crear una raza nórdica superior.
Para avanzar dicha campaña, se combinó el fraude académico con una filantropía empresarial casi ilimitada para establecer las justificaciones biológicas de la persecución. … [E]l movimiento eugenista construyó gradualmente una infraestructura nacional burocrática y jurídica para limpiar EEUU de los ‘no aptos.’ Pruebas de inteligencia engañosas, coloqiualmente conocidas como pruebas de IQ, fueron inventadas para justificar el encarcelmaniento de los llamados ‘retrasados mentales.’ … Litigios conspirativos fueron trepados hasta la Suprema Corte de Estados Unidos, donde las tácticas del eugenismo fueron santificadas.
El blanco del eugenismo era la humanidad entera, por lo cual su envergadura por supuesto era global. Los eugenistas estadounidenses parieron movimientos similares por todo Europa, Latinoamérica, y Asia. Las leyes y regímenes de esterilización forzada echaron raíz en todos los continentes. Cada estatuto o legislación local estadounidense—desde Virginia a Oregon—se promovía internacionalmente como un precedente más para ser emulado por el movimiento internacional. Una red bien armada de revistas académicas y eugenistas mainstream, y conferencias y congresos internacionales mantenía a los generales y soldados del eugenismo bien actualizados y armados para la siguiente oportunidad legislativa en sus países.
Con el tiempo, el movimiento eugenista estadounidense se extendió a Alemania también, donde capturó la fascinación de Adolfo Hitler y el movimiento nazi.”6
Los padrinos del eugenismo en Estados Unidos
¿Quiénes eran estos “adinerados industriales,” tan dedicados a la institucionalización del eugenismo en Estados Unidos y su exportación al mundo entero, y especialmente a Alemania, “donde capturó la fascinación de Adolfo Hitler y el movimiento nazi”?
Los principales actores pertenecían a las redes de Carnegie y Rockefeller.
“las justificaciones [seudo]científicas que impulsaron a los doctores de Auschwitz se elaboraron primero en Long Island en el complejo eugenista de la Carnegie Institution en Cold Spring Harbor. … [D]urante el régimen de preguerra de Hitler, la Carnegie Institution, a través de su complejo en Cold Spring Harbor, hizo una propaganda entusiasta para el régimen nazi e inclusive distribuyó filmes antisemitas a las preparatorias estadounidenses. … [L]as subvenciones financieras masivas de la Fundación Rockefeller [a] las instituciones científicas eugenistas alemanas … apoyaron el inicio de programas culminados por el [Dr. Josef] Mengele en Auschwitz.”7
Henry Ford, por su parte, se convirtió en el distribuidor de propaganda nazi antisemita más importante a nivel mundial. Hitler lo llamó su ‘inspiración’ y lo condecoró en 1938 con el más alto honor oficialmente otorgado a los extranjeros en el Tercer Reich.
¿Hemos de suponer que estos adinerados padrinos del eugenismo estaban confundidos? ¿O sería que son francamente psicópatas? Abordamos esta pregunta aquí:
Conclusión
El rol central del eugenismo estadounidense en producir y apoyar a los eugenistas alemanes y al movimiento nazi alemán se narra en detalle en La Guerra Contra los Débiles de Edwin Black. Dicha documentación histórica de Black y de otros crea un problema para la interpretación estándar de la Segunda Guerra Mundial. ¿Sería por eso que los libros de texto han extirpado este contexto? ¿Nos estarían administrando la realidad histórica?
Esa pregunta habrá que considerarla en otra oportunidad. Pero vale la pena señalar, así fuera de paso, que los adinerados industriales eugenistas, aun antes de la Segunda Guerra Mundial, habían estado haciendo enormes esfuerzos por controlar el sistema de información.
Aquí me interesa atraer tu atención a lo siguiente: los poderosos eugenistas estadounidenses no fueron escrutados—mucho menos acusados y enjuiciados—después de la guerra. O después. Permanecieron la élite de poder estadounidense. De hecho, los hermanos Rockefeller se involucraron íntimamente, en la posguerra, con la creación y operación de la Agencia Central de Inteligencia de EEUU (CIA), sin mencionar muchos otros roles importantes.
Podemos ahora regresar a nuestra pregunta original: ¿Cómo explicar que, inmediatamente después de la guerra, los jefes militares de EEUU rociaran con armas biológicas experimentales? Y tenemos una respuesta: quienes administraba el Establishment estadounidense en la posguerra son los mismos eugenistas, y los eugenistas no consideran que los humanos tengamos derechos.
Para aprender más sobre la historia del eugenismo, leer:
Ahora podemos regresar a nuestra pregunta original: ¿Cómo explicar que, en la posguerra inmediata, los jefes militares en Estados Unidos rociaran a millones de ciudadanos estadounidenses con armas experimentales de bioguerra? Y tenemos la respuesta: los responsables del Establishment de posguerra en EEUU eran los mismos eugenistas, y los eugenistas no consideran que la gente común tenga derechos.
Hemos documentado el tema de los tests de bioguerra aquí:
Cole, L. A. (1988). Clouds of Secrecy: The Army's Germ Warfare Tests Over Populated Areas. United Kingdom: Rowman & Littlefield. (p.13)
https://archive.org/details/cloudsofsecrecya00cole/
Reynolds, D. (2001). Churchill's Writing of History: Appeasement, Autobiography and "The Gathering Storm". Transactions of the Royal Historical Society, 11, 221-247.
Rosenfeld, G. D. (1994). The Reception of William L. Shirer's The Rise and Fall of the Third Reich in the United States and West Germany, 1960-62. Journal of Contemporary History, 29(1), 95-128. (p.95)
Black, E. (2003). War against the weak: Eugenics and America's campaign to create a master race. New York: Four Walls Eight Windows. (p.18)
http://www.waragainsttheweak.com/
A veces Goddard usaba los tests de Binet, muy importantes para él porque Alfredo Binet, el padre de lo que ahora llamamos ‘pruebas de IQ,’ era un verdadero científico, y Goddard quería apropiarse ese estátus científico basado en el prestigio del trabajo de Binet. Pero “la traducción original que hizo Goddard de la escala de Binet,” expica Stephen J. Gould, “calificaba duramente a la gente y categorizaba como imbéciles a gente que usualmente se considerada normal” (Gould 1981:166).
Como explica Raymond Fancher, otro historiador del movimiento para medir la inteligencia, Goddard “no dijo exactamente cómo se hacían todos sus diagnósticos de retraso mental, pero al parecer tan solo unos pocos se basaban en las pruebas de Binet, mientras que la mayoría derivaban de sus impresiones personales poco confiables” (Fancher 1985:114).
El propio Goddard afirmó que podía olfatear al retrasado mental al instante. Edwin Black, historiador del movimiento eugenista, escribe que “[Goddard] creía en ‘la apariencia indiscutible del retrasado mental,’ jactándose de que para identificar a un retrasado bastaba con una mirada” (Black 2003:78). Y eso podía hacerse a distancia. En palabras del propio Goddard: “ ‘Cuando se adquiere bastante experiencia con este trabajo, uno adquiere casi la noción intuitiva de lo que es un retrasado mental de tal suerte que lo identifica a gran distancia.’ ” En Ellis Island, las integrantes del equipo de Goddard, todas mujeres, “fueron instruidas a seleccionar a los retrasados mentales de vista” (Gould 1981:165).
Con dichos ‘métodos’ Goddard ‘halló,’ en la población de inmigrantes, que “el 83 por ciento de los judíos, 80 por ciento de los húngaros, 79 por ciento de los italianos, y el 87 por ciento de los rusos eran retrasados mentales” (Gould 1981:166)
FUENTES EN ESTE PIE DE PÁGINA:
Black, E. (2003). War against the weak: Eugenics and America's campaign to create a master race. New York: Four Walls Eight Windows.
Fancher, R. (1985). The intelligence men: Makers of the IQ controversy. New York: Norton.
Gould, S. J. (1981). The Mismeasure of Man. New York: Norton.
De la introducción de La Guerra Contra los Débiles (op. cit.).
De la introducción de La Guerra Contra los Débiles (op. cit.).